Trump, la amenaza

gonzalo herrera

Columna de Opinión

Trump, la amenaza

Gonzalo Herrera

Trump, haciendo honor a su apellido (trump = triunfo en un juego de naipes), logró lo que muy pocos creyeron que podría pasar: ganar la elección presidencial de los Estados Unidos. Porque costaba tomar en serio a este Trump candidato, incapaz de elaborar una argumentación política en base a ideas y no de bravatas, con una capacidad tan limitada de entender el mundo y sus complejidades,más allá de la miope visión de “nosotros y los demás”.

Nosotros “los buenos” frente a los bad hombres, como alguna vez les llamó, a los cuales se les respeta no en virtud de su propia dignidad, sino del comportamiento que demuestren o de cuán amenazante resulte su cultura, el color de su piel, el dios al que rezan, o si vienes a mi país a gastar o a buscar dinero.

De allí, el paso a considerar “enemigo” al forastero es peligrosamente corto. Difícil sería explicarle a Trump que la violencia en el mundo actual se genera principalmente por las barreras artificiales que se levantan para aislarnos unos de otros. Lo más probable es que el millonario empresario, y ahora presidente electo del país más poderoso del mundo, jamás haya leído a Maquiavelo, ni conozca el consejo entregado al príncipe:“Si tienes un enemigo que te causa muchos problemas, mátalo”. Pero allí están sus sesudas reflexiones en orden a que, “si las armas nucleares están, por qué no usarlas”.

Es posible que Trump presidente nunca se deje arrastrar por el odio fascistoide que mostró el Trump candidato. Al parecer EE UU, como potencia militar y líder mundial, tiene suficientes contrapesos para evitar que un desquiciado, en un rapto de iracundia, pueda provocar una hecatombe irreparable. Pero nada evitará que se exacerbe el odio contra los latinos y musulmanes, si se despliega una política xenófoba desde la misma Casa Blanca.

Actualmente, la tasa de mortalidad de jóvenes de origen afroamericano a manos de la policía estadounidense es cinco veces mayor que la de los blancos del mismo tramo etario. El odio racial y la discriminación en la aplicación de la ley no han podido ser controlados, pese a la intervención personal del presidente Obama, lo que da pie para imaginar hasta dónde podría llegar la persecución en contra de millones de personas indocumentadas, si es que Trump ordena aplicar medidas oficiales para su deportación, con esos mismos cuerpos policiales.

Creo, sin embargo, que la mayor amenaza de Trump no está en su política de permitir la expansión del uso de armas atómicas, ni en el proteccionismo comercial, ni en su propósito de desconocer acuerdos comerciales internacionales, que sin duda perturbarían severamente la economía global. Tampoco la amenaza más grave está relacionada con las dimensiones que pudiera alcanzar el muro que prometió construir para evitar el ingreso ilegal por la frontera sur, ni la forma como obligará a los mexicanos a pagarlo (una cifra verdaderamente colosal, por lo demás). La real amenaza de Trump es la de todo individuo iletrado que adquiere un gran poder.

Es la del outsider, que llega con pretensiones de “limpiar el pantano de la corrupción” de Washington, “porque conoce el sistema”, luego de haber evadido por 18 años el pago de impuestos.  Es la de ese tipo de empresarios que no trepidan en hacer lo que sea, y de usar cualquier recurso, para vencer a sus oponentes. Es la del abusador y denigrador de mujeres indefensas ante su poder económico que de la noche a la mañana se arrogó el rol de “doctor de la ley”, adoptando un discurso antiaborto, antigay y anti-transgénero para obtener el apoyo electoral de las iglesias evangélicas más conservadoras.

Es la del inversionista zafio, que ahora, desde la Casa Blanca, desmerece la lucha contra el calentamiento global y amenaza desconocer los compromisos adquiridos por su país en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático realizada en París en 2015, en circunstancias que EE UU es uno de los dos mayores emisores de gases de efecto invernadero del planeta. Y por último, last, but not least, como dicen los angloparlantes, está la amenaza de su pésimo gusto, de la ostentación y falta absoluta de refinamiento de sus diseños arquitectónicos, algo que nos recuerda las decoraciones del viejo Hotel Valdivia a los que alcanzamos ya cierta edad.

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