Las primarias de la derecha francesa

gonzalo herrera

Columna de Opinión

Las primarias en la Derecha Francesa

Gonzalo Herrera

La derecha francesa aparece actualmente como gran favorita para ganar las próximas elecciones presidenciales, el 23 de abril de 2017, al término del quinquenio de François Hollande. El triunfo holgado, aunque no definitivo, del ex primer ministro François Fillon en las primarias presidenciales de Los Republicanos, el más importante partido de la derecha francesa, materializó las esperanzas del sector respecto a que, contrariamente a lo que indicaban las encuestas, una “mayoría silenciosa” de ciudadanos, aunque decepcionada de los políticos en general y en particular de las promesas incumplidas del gobierno socialista, les brindaría su apoyo asistiendo masivamente a las urnas. Y así ocurrió.

 

Casi cuatro millones de franceses llegaron a votar, una cifra récord tratándose de primarias, en  las que además había que pagar 2 euros para participar. En segundo lugar quedó el ex primer ministro Alain Juppé, con quien Fillon deberá dirimir la primaria en una segunda vuelta, aunque aquel con escasas posibilidades. Finalmente, el expresidente Nicolas Sarkozy fue el que cosechó el mayor fracaso, quedando en un lejano tercer lugar, que al parecer pone fin a su carrera política.

Lo llamativo de estas primarias era que su resultado definiría muy probablemente a los finalistas de la elección presidencial del próximo mes de abril, donde casi con seguridad llegarán a enfrentarse en segunda vuelta Fillon con la ultraderechista Marine Le Pen, candidata del Frente Nacional. Dada la enorme impopularidad de Hollande y el fraccionamiento de la izquierda, ésta parece resignada a perder el poder, por lo que se vería obligada a votar por Fillon para evitar la llegada de la derecha más radical a la presidencia.

De esta manera, la disputa por El Elíseo ha quedado circunscrita a una opción de derecha y de ultraderecha. Oscuro panorama para la laicidad francesa, acrecentándose la amenaza contra los inmigrantes a través del repetido y populista discurso antimusulmán.

Desde el Frente Nacional (FN) no caben sorpresas. Habiéndose situado en 2015 como el partido más votado a nivel nacional en las elecciones regionales (y claramente el preferido entre los jóvenes menores de 24 años, los más golpeados por el desempleo), parece seguir ganando adeptos con su línea ultranacionalista y antieuropeísta.

Ha sabido cosechar del estupor y de la molestia de los franceses, provocados por los miles de refugiados que en los últimos años han entrado al país, exacerbando el miedo y los sentimientos nacionalistas, provocando además la hostilidad entre antiguos y nuevos inmigrantes, al culpar a estos últimos de arrebatar los puestos de trabajo de los que previamente habían logrado establecerse en Francia. El respaldo que obtiene el FN incluso entre los mismos inmigrantes, parece obedecer a la lógica; “yo ya entré, ahora cierren la puerta por favor”.

El que aparece como más seguro ganador de la segunda vuelta de estas primarias, François Fillon, tiene una propuesta más conservadora que la del que será su oponente, Alain Juppé. Intentando arrebatarle votantes al FN, ha asimilado su discurso al de la extrema derecha, mostrándose partidario de fronteras más rígidas, asignando cuotas para la inmigración y reduciendo las prestaciones de seguridad social a los inmigrantes.

Católico con cinco hijos, se ha manifestado tan liberal en el plano económico (fin a la semana laboral reducida de 35 horas, supresión de medio millón de puestos de trabajo en el sector público y una rebaja considerable en las cotizaciones sociales que pagan las empresas) como conservador en el plano moral, siendo partidario de restringir el derecho a adopción de parejas homosexuales.

Tanto Fillon como Le Pen (así como Trump, al otro lado del Atlántico) tienen en alta estima al presidente Putin, mostrándose ambos partidarios de un acercamiento económico y estratégico con Rusia.

Lo más positivo que mostraron estas primarias es el espíritu republicano y la convicción ciudadana de que los problemas políticos se combaten con más y nuevas formas de hacer política, y no restándose a participar en las elecciones como una forma de repudiar la corrupción y los desaciertos e incapacidad de los partidos políticos.

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