Religión en la escuela

marina

José Antonio Marina, académico y filósofo español, escribe habitualmente una columna en ElConfidencial.com sobre temas pedagógicos y educación. En ese espacio ha opinado, bajo el título “Ética y religión en la escuela”, sobre el dictamen de la Corte de Estrasburgo que dio la razón al colegio suizo en su exigencia del cumplimiento curricular de clases de natación a dos alumnas, hijas de padres musulmanes, los que se oponían por razones religiosas.

“Hace unos días, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, con sede en Estrasburgo, – dice Marina – sentenció que el derecho de los niños a gozar de una escolarización completa que permita la integración social prima sobre las prácticas religiosas.

Creo que lo importante es el principio, más que su aplicación a un caso ligeramente estrambótico: la asistencia de una alumna musulmana a clase mixta de natación. ¿Y cuál es ese principio que me parece trascendental? La prelación en el ámbito público de los principios éticos sobre las normas morales religiosas. Es un debate de extraordinaria importancia para la convivencia de las culturas, que está planteado en todo el mundo, que se encona en vez de disolverse, y que en España surgió, y volverá a surgir, al tratar el tema de la enseñanza religiosa en las aulas.

Las personas religiosas consideran que la última fuente de la moral es su religión, y, por lo tanto, rechazan que una ética laica esté por encima de ella. En general, incluso desconfían de que esa ética sea posible. Se repite una y otra vez una bobada dicha por un genio literario, Fiodor Dostoievski: “Si Dios no existe, todo está permitido”. Cuando las religiones se sienten atacadas, como puede ser en el caso sentenciado en Estrasburgo, los ciudadanos afectados suelen apelar al “derecho a la libertad religiosa” o al de “libertad de conciencia”. Suelen olvidar que esas son normas éticas laicas, no religiosas.

Las religiones, en especial las monoteístas (judaísmo, cristianismo, islamismo), han sido siempre reacias a defender la libertad religiosa, y si han alcanzado el poder político lo han utilizado para imponer sus ideas. Basta comprobar las interminables guerras de religión.

Más adelante, luego de citar algunos antecedentes históricos, Marina agrega:

El derecho a la libertad religiosa es un producto de la Ilustración, que no fue un movimiento antirreligioso, sino que sirvió para purificar la religión de algunos excesos. Como saben los historiadores, la Ilustración surgió de una cultura cristiana. No ha habido nunca una defensa más poderosa de las religiones que la ejercida por la ‘Declaración de los derechos humanos’, que es una declaración laica.

Por eso, me parece absolutamente imprescindible para la paz, el reconocimiento de un marco ético, por ejemplo, el concretado en la declaración de los derechos humanos. Si alguna vez se emprende seriamente la elaboración de un pacto educativo, cosa que cada vez veo más lejana, espero que los defensores de la educación religiosa se den cuenta de que lomejor que pueden hacer en beneficio de ella es ayudar a implantar una educación ética poderosa.

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