Chiflados y Charlatanes

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Sapere Aude  –  Rogelio Rodríguez

 

Chiflados y Charlatanes

Ningún psíquico, vidente o profeta  – nacional o extranjero –  vaticinó los incendios forestales ocurridos en Chile. Ninguna adivina, mentalista o agorera anunció la conflagración en que se vieron sumidos nuestros centenares de compatriotas en las últimas semanas.

Mientras hemos vivido esta infernal tragedia han desaparecido de las pantallas de  televisión los voceros de la pseudociencia  y lo paranormal (a quienes nuestros canales televisivos, con clara vocación sensacionalista y siempre ávidos de lograr altos índices de audiencia sea como sea, conceden un espacio indiscriminado) y se ha dado paso a los expertos que poseen la ciencia y la tecnología para responder las interrogantes y solucionar los problemas. 

El futuro, claro está, no puede ser conocido ni profetizado.  Aun así, hay mucha gente que cree que hay personas que tienen la capacidad de saber lo que va a pasar mañana: porque lo ven en la astrología, las cartas del Tarot o en las hojas de té y posos del café.

No solo se cree que el porvenir puede ser revelado. Se creen muchas cosas extrañas, por ejemplo: que las plantas se conservan mejor si escuchan música, que astros situados a centenares de billones de kilómetros de distancia condicionan fatalmente nuestro destino, que se pueden realizar operaciones quirúrgicas solo con el poder de la psique sin abrir la carne, que la especie humana proviene de una civilización extraterrestre, que los alienígenas andan camuflados entre nosotros o que nos visitan en sus platillos volantes periódicamente y abducen a algunos individuos, que existen las casas embrujadas, que se puede tener comunicación con los espíritus de personas fallecidas.

Michael Shermer  – historiador de la ciencia y fundador de la revista Skeptic –   dice que podemos considerar como una “cosa rara” a la que cumple con estas características:  a) una afirmación o creencia que, dentro de su campo de estudio en particular, la mayoría no acepta; b) una afirmación o creencia que o bien es imposible desde el punto de vista de la lógica, o bien es altamente improbable; c) una afirmación o creencia para la cual solamente hay testimonios anecdóticos y no comprobados. 

Y a la pregunta de por qué la gente cree cosas raras, responde que abundan las teorías que intentan explicar la credulidad en la pseudociencia, la pseudohistoria y las sandeces irracionales: carencia educativa, falta de pensamiento crítico, auge de la religión, declive de la religión, miedo a la ciencia, regreso del oscurantismo, mucha televisión, poca lectura, ausencia de los padres, simple ignorancia, estupidez humana. 

Sin embargo, a su juicio el problema es más profundo y para comprenderlo hay que adentrarse en el entendimiento humano.

Algunas motivaciones que expone en su libro Por qué creemos en cosas raras son: 1) La razón de que la gente crea en cosas extrañas es que quiere creer en ellas, son reconfortantes y le provocan consuelo.  Por ejemplo, creer en milagros o en los ángeles o en la vida después de la muerte son creencias extendidas porque hacen que la gente se sienta mejor.  2)  Muchas cosas raras ofrecen una gratificación inmediata. El vidente o el tarotista da respuestas inmediatas a los problemas que el crédulo le plantea.  3) La gratificación inmediata de las creencias es más fácil cuando se ofrecen explicaciones simples de fenómenos que con frecuencia son complejos.

Las explicaciones científicas a menudo son complicadas y para comprenderlas se requiere formación y esfuerzo. La superstición y la creencia en el destino y en lo sobrenatural ofrecen un camino más fácil a través del complejo laberinto de la vida.  4) Ante profundas y espinudas preguntas sobre cuestiones morales o sobre el sentido de la vida, el pensamiento científico ofrece muchas veces una lógica fría y desconsoladora. La superstición, el mito o la magia ofrecen cánones de moralidad y de significado simples, inmediatos y reconfortantes.  Escribe: “Si los escépticos, los científicos, los filósofos y los humanistas pudieran hacer algo para abordar el problema global de creer en cosas raras, lo primero que tendrían que hacer es elaborar un sistema moral y de sentido conveniente y valioso. Ese sería un buen punto de partida”.

 

Shermer ha agregado un último capítulo en la edición revisada y ampliada de su libro, titulado “¿Por qué cree la gente lista en cosas raras?”.  Como seguramente debe ocurrirle también a mi lector, yo conozco  – ¡ay! –  más de una  persona que ha gozado de buena educación, que es profesionalmente calificada en su trabajo, que demuestra ser inteligente en lo que hace habitualmente, y que cree a pie juntillas en algunas cuestiones alejadas de los datos empíricos y el razonamiento lógico como las que aquí hemos mencionado.  Shermer dice que estas personas listas creen también en cosas raras porque, justamente por ser listas, “están entrenadas para defender creencias y afirmaciones a las que han llegado por razones poco inteligentes”.

 

Martin Gardner  – escritor escéptico que se autodefine como “desautorizador de ridículas afirmaciones de la falsa ciencia” –  propone una distinción entre chiflados y charlatanes (en su libro La ciencia: lo bueno, lo malo y lo falso).  Los chiflados creen en teorías extravagantes desde el punto de vista del conocimiento científico, muchas de ellas provenientes de los segundos. Los charlatanes saben que lo que dicen no tiene fundamento racional, pero se ganan la vida diciéndolo.  A veces ambas condiciones se funden en un mismo sujeto: empiezan cuenteando y terminan creyéndose sus propios cuentos.  Esto ocurre  – me parece –  con algunas de las figuras cultivadoras de lo esotérico que tienen tribuna permanente en los programas televisivos. 

 

Michael Shermer: POR QUÉ CREEMOS EN COSAS RARAS. Ed. Alba, Barcelona, 2009. [519 págs.]

 

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