Embajador francés confuso con las palabras

A veces los embajadores franceses debieran al menos tratar de entender de lo que hablan, cuando se meten en definiciones más allá de los lugares comunes de la diplomacia. Es lo que ha ocurrido con el Embajador de Francia en El Salvador, David Izzo (en foto Twitter), que ha tratado de entrar en disquisiciones sobre el laicismo y la laicidad, desde luego representando no la doctrina del Estado del cual es funcionario, sino la del Estado Vaticano, que ha tratado de impulsar la idea, con bastante fracaso, de que la laicidad es la buena y el laicismo es el malo.

Con mucha ignorancia respecto de ambos conceptos, Izzo repite los mismos argumentos de obispos y arzobispos, que sin decoro han hecho en las décadas recientes. En una columna de opinión en ElSalvador.com, ha  expresado su falta de conocimiento, con esta fecha,  señalando:

 

Quisiera aprovechar este espacio para enumerar algunas de ellas: en primer lugar, y este elemento es un punto crucial, no se debe confundir “laicismo” con “laicidad”: si el primer término se define como un desprecio o una exclusión del culto religioso, el segundo se presenta como el fundamento necesario para proteger la libertad de culto, principio institucionalizado por la constitución francesa de 1958. La libertad religiosa, como se establece en Francia se concibe tanto como la libertad de creer o de no creer  como la de adherir a la religión más afín a sus convicciones. Por este motivo, la “laicidad” tampoco está asociada a la noción de ateísmo entendida como la creencia de no creer en algún dios. Más bien, la laicidad, en Francia, es un patrimonio común a los individuos y no lo que exalta sus diferencias. Recordando su etimología, la palabra “laicidad” viene del término griego “laos”, “la comunidad humana“, en la cual cada uno se realiza según sus convicciones elegidas libremente. Es una condición innegociable para poder poner fin a cualquier forma de comunitarismo, en el cual los individuos consideran sus valores y sus principios como los únicos aceptables”

Aparentemente inobjetable. Sin embargo, confesionalmente expresa que el laicismo se define “como un desprecio o una exclusión del culto religioso”.

Desde Chile le expresamos que no está representando lo que expresa el Estado Francés, y como dato para su cultura le explicamos: En el caso de laicismo, la definición de la RAE, indica las siguientes acepciones: independencia del individuo o de la sociedad, y más particularmente del Estado respecto de cualquier organización o confesión religiosa; y, luego, condición de laico. En el mismo contexto, expresa que laico, es un adjetivo, que se usa también como sustantivo que indica aquello que no tiene órdenes clericales, o que es independiente de cualquier organización o confesión religiosa.

Ciertamente, la RAE está en deuda respecto del vocablo “laicidad”, que tiene la particularidad de ser usado a veces como adjetivo pero que es, en propiedad, si aplicamos la regla lingüística española  de las palabras terminadas en el sufijo “dad”, un sustantivo abstracto que indica una cualidad, a partir de un adjetivo (en este caso “laico”).

Debe tratar de hablar el Embajador, no desde la confesionalidad, sino desde la laicidad que pondera. Le proponemos también que señale donde está la condenación del vocablo español “laicismo” engouvenmement.fr, para fundar su docto mensaje al pueblo salvadoreño. No hemos encontrado un equivalente a “laicismo” en francés, que no sea la exclusiva Laïcité.

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