El místico y la desilustración

Ortega

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El místico y la desilustración

Jesús Ortega Martínez

excelsior.com.mx 04/abril/2017

(Fragmentos)

 

Un Estado laico no podría admitir que algún pensamiento religioso — el que fuese — se convirtiera en sustento de las leyes civiles y es en ese sentido que un Estado laico es antinomia de un Estado teocrático.  

Por lo tanto, en la nación mexicana, en cuya Constitución política se establece la condición laica del Estado, ninguna autoridad o cualquiera de sus representantes podría — salvo que contravenga a la Constitución — definir y determinar su función — que es pública — en razón de sus convicciones religiosas.

Esto es importante reiterarlo debido a que López Obrador, que es candidato presidencial, se encuentra ahora reiterando con insistencia sus convicciones y creencias religiosas. Y no es que los periodistas que cubren su gira por el país estén provocando el que AMLO reitere sus filias religiosas, sino que, por motivos de estrategia político-electoral, él se encarga, evento tras evento, de refrendarlas. De ser así, es decir, de ser un mero hecho de estrategia, no sería delicado, pero lo verdaderamente grave es que, al margen de una estrategia electoral, el candidato presidencial de Morena estuviera reafirmando la convicción de que su moral religiosa se encuentra por encima de cualquier ética pública.

Reitero que, de ser — esta utilización de los símbolos religiosos — sólo parte de su estrategia electoral, no será más que una imprudencia y un descarado oportunismo.

Pero me parece que este hecho, como otros, son manifestación de un sentimiento místico que experimentan ciertos personajes, en este caso AMLO, paraaparecerante la gente como portadores de mensajes divinos de salvación, los que se confunden con terrenales proclamas políticas.

 

Desde luego que esto no es nuevo ni sorprendente. En México y en muchas otras partes del mundo aparecen estos personajes que tiene éxito cuando se juntan con determinadas circunstancias sociales y políticas, precisamente, como las que se viven en nuestro país y en otras latitudes. Recuerdo tan sólo el caso de Francisco Franco, que se hacía llamar “Caudillo de España por la gracia de Dios”, o más reciente el caso de Hugo Chávez que, en agonía, reclamaba más vida no para completar su mandato popular, sino para “cumplir con la misión encomendada por el mismo Dios”.

Pues bien: López Obrador, en abril de 2014, en su cuenta de Twitter escribía, citando a Pellicer: “Creo en Cristo como Dios y la única realidad importante en la historia. Todo lo demás es accesorio, secundario y anecdótico”.

¿Esto será lo correcto para un político aspirante a la Presidencia de la República?

¡Desde luego que no! Resulta absurdo, pues su convicción religiosa — siendo respetable — no es la única realidad en la historia. Por el contrario, lo que ahora más importa es superar la realidad de pobreza, marginación, desigualdad, violencia e inseguridad que padece la gran mayoría de la población.

La Ilustración en el siglo XVIII hizo posible que la razón y la ciencia superaran la ignorancia, superstición y oscuridad en el pensamiento. Más de 300 años de conocimiento han hecho posible el gran salto de la humanidad. Hay, sin embargo, avisos de un terrible retroceso; una especie dedesilustraciónque se ha incrustado en la mente de algunos políticos.

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