Vigencia del proyecto humanista

sapere aude

 

Sapere Aude  –  Rogelio Rodríguez

 

Vigencia del proyecto humanista

 

Echando un vistazo al mundo alrededor nuestro  – por esas ventanas abiertas a la realidad que son la TV, la prensa escrita y la radio –  pareciera que nuestro tiempo nada ha aprendido sobre sensibilidad social y que los valores morales están en franca quiebra.  Por allá, algunas zonas del planeta viven en permanentes guerras internas; contra las poblaciones civiles se usan las más terroríficas armas; se insiste en fabricar y ensayar bombas nucleares que podrían retornarnos a la  prehistoria; califatos sanguinarios violan los más fundamentales derechos humanos con el fin de reconducir a la humanidad a la Edad Media, etcétera.  Por acá, gobiernos pretendidamente democráticos no vacilan en censurar, perseguir y castigar a los ciudadanos opositores; la igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres se sigue viendo como un sueño lejano; los prejuicios raciales y sexuales dibujan una larga senda de odio y violencia.  ¿No hay, en verdad, lugar para el optimismo? ¿Debemos lamentar el fracaso del proyecto humanista?

Con su libro Los ángeles que llevamos dentro, el psicólogo Steven Pinker pretende poner las cosas en su lugar.  Según él, y a pesar de todo lo que se pudiese concebir en contrario, nos encontramos viviendo en la época más pacífica de la existencia de nuestra especie. Su tesis no implica que la violencia esté llegando a nivel cero (realmente sigue habiendo demasiada todavía) y tampoco garantiza que continúe disminuyendo en adelante.  Pero sí señala que ha habido un retroceso notorio de la violencia y que ha afectado a todos los aspectos de la vida humana.

Para Pinker, creer que el siglo XX ha sido la época más sangrienta de la historia humana (por las dos grandes guerras mundiales desatadas, junto a un conjunto de guerras civiles, genocidios y otras tragedias sociales ocurridas) es solamente una ilusión. Basta compararlo con las cifras de víctimas de siglos anteriores, en proporción a la población mundial.  Y después de la segunda gran guerra, finalizada en 1945, el mundo ha experimentado escasas guerras puntuales, se ha levantado una conciencia planetaria en pos de la defensa de los llamados derechos humanos y ha crecido la aversión a la agresión a escalas pequeñas, incluyendo la violencia contra minorías étnicas, mujeres, niños, homosexuales y hasta aquella contra los animales.  Estos productos derivados del concepto de derechos humanos  – derechos civiles, derechos de las mujeres, derechos de los niños, derechos de los homosexuales e, incluso, derechos de los animales –  se reafirmaron en una sucesión de movimientos, desde finales de la década de los ’50 hasta la actualidad, en lo que se puede denominar “las revoluciones por los derechos”.

Ha habido, pues, un notable cambio histórico que hoy nos lleva a reaccionar horrorizados ante las costumbres violentas que se glorificaban y aceptaban en el pasado: la práctica establecida de la esclavitud en las antiguas civilizaciones, los sacrificios humanos ofrecidos como ofrenda a dioses sanguinarios, la tortura institucionalizada de la Edad Media, el uso de la violencia por parte de gobiernos despóticos y tiranías, la opresión de las minorías sociales, de las mujeres y los niños, etcétera. 

Esta transformación, instalada en Occidente y en buena parte del resto del mundo, es para Pinker cosecha de lo sembrado en la llamada Era de la Razón del siglo XVII y en el periodo de la Ilustración del siglo XVIII.  Nuestro autor nos habla de un cambio de sensibilidad impulsado por ideas, por razonamientos explícitos de que la violencia institucionalizada debía minimizarse o suprimirse por el sufrimiento que acarreaba para el ser humano.  Esta ideología nueva  que situaba la vida y la felicidad en lo alto de la lista de valores y que utilizaba la razón y la evidencia para impulsar la creación de instituciones puede, a su juicio,  identificarse apropiadamente con la noción de  “humanismo”.

La revolución humanitaria de los siglos XVII y XVIII inició la abolición de muchas prácticas brutales que hasta entonces estaban permitidas.  Surgió en los seres humanos el hábito de identificarse con el dolor y el placer de los demás.  En estos cambios intelectuales, morales y emocionales, se pasó de valorar almas a valorar vidas.

Las ideas humanistas, racionalistas e ilustradas  –  lo que en este espacio hemos denominado genéricamente el proyecto humanista  –  han sido un hito relevante en la disminución histórica de la violencia y, por tanto, uno de los logros que deben llenar de orgullo a la humanidad.  Tal es la enseñanza que deja este libro.  Y debe estimularnos a seguir cultivando, defendiendo y promulgando estas ideas en pos de un cada vez mayor mejoramiento de nuestras sociedades.

LOS ÁNGELES QUE LLEVAMOS DENTRO. EL DECLIVE DE LA VIOLENCIA Y SUS IMPLICACIONES. De Steven Pinker. Editorial Paidós, Madrid, 2012

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