Uruguay debate proyecto de Día de la Laicidad

Uruguay es una república laica y en ese concepto han vivido y se han desarrollado todas las religiones, en pacífica convivencia; entre sí y con quienes no somos creyentes.La libertad de cultos ha resplandecido, las iglesias no pagan impuestos y en la Constitución de 1917, hace un siglo, el Estado le reconoció a la Iglesia Católica la propiedad de aquellos templos construidos con cargo al erario. Quedó claro desde entonces que «el Estado no sostiene religión alguna».

Si ha existido un éxito, ha sido esa definición, a cuyo amparo se ha desarrollado un clima de tolerancia que superó los viejos enfrentamientos entre el pensamiento clerical y el anticlerical, que protagonizaron en su tiempo sacerdotes católicos, intelectuales y políticos. Ya la Constitución de 1917 fue un paso notable en esa dirección y hasta la tan mentada nomenclatura de las fechas religiosas, lejos de ser una expresión de intolerancia, es justamente lo contrario. En estos días los católicos han vivido su «Semana Santa» con un feriado oficial de una semana, más amplio y generoso que el de países oficialmente católicos, donde sólo el jueves y el viernes se destinan a la conmemoración.

Así inicia el ex presidente uruguayo Julio Maria Sanguinetti, una columna publicada hoy 23/04/17 en Infobae.com, con el título “Laicidad en debate”, en medio de un debate en su país, ante el proyecto de un grupo de legisladores de todos los para declarar Día de la Laicidad el 6 de abril, en recuerdo de la ley de 1909 que suprimió la enseñanza y práctica religiosa en la enseñanza oficial.

El cardenal Daniel Sturla ha reaccionado favorablemente – dice Sanguinetti -, diciendo que la idea le parece «fantástica» si la laicidad se entiende «como apertura y no cerrazón», si no se cae en un «dogmatismo añejo, jacobino». Y he ahí, entonces, la diferencia. Porque ese calificativo nos lo endosa a todos quienes hemos discrepado con su propuesta y hemos rechazado su concepto de que debemos apartarnos del «balde laicista que se le impuso a este país hace cien años».

El cardenal es activo y militante. Y merece todo nuestro respeto. Sabe que la Iglesia ha disminuido los bautismos, comuniones y casamientos y da la batalla por su fe. Es natural que así lo haga. Dice que la Iglesia uruguaya es «pobre y libre» y es verdad. Siempre fue pobre y también fue siempre libre, como no lo eran en cambio, antes de 1909, los niños y jóvenes que, sin ser católicos, recibían prédica religiosa en los establecimientos de enseñanza. La cuestión es queesa militancia no valoriza lo suficiente los avances señalados en el camino de tolerancia, va más allá y pretende inequívocamente invadir el espacio público, quitarle su neutralidad, su imparcialidad, reavivar debates superados.

El proyecto de Día de la Laicidad, más allá de que pueda entenderse como una respuesta a su polémica propuesta, introduce al país en un buen debate. Para precisar mejor la idea de laicidad y llevarla a un terreno filosófico amplio, que incluya también la imparcialidad política, constantemente agredida por textos y enseñanzas.Denota salud democrática que en nuestra república haya debates sobre sus principios – concluye. 

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