Furia y terror en Barcelona

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Furia y terror en Barcelona.                                                                                             

La furia homicida que ha azotado a Barcelona y el terror que ha provocado son otras muestras más de la amenaza que pende sobre Europa.  En verdad, el mundo entero parece ya estar en situación de riesgo.  Contra impulsos irracionales, creencias fanáticas, certezas dogmáticas que no admiten crítica y que han demostrado ya con creces ser poderosos gatilladores de violencia sin freno, es poco lo que nuestras sociedades occidentales, abiertas y democráticas, pueden hacer para resguardarse.

Yihadistas del Estado Islámico  (conocido también como ISIS o Daesh)  –cuyo sueño es convertir el planeta en un califato medieval–  han reivindicado la autoría del criminal atentado, por lo que no puede dudarse de las motivaciones religiosas que hay detrás de esta masacre.  Y en torno a esta cuestión vuelven a escucharse planteamientos contrapuestos.

 Hay quienes  piensan –entre los que me incluyo–que los actos violentos llevados a cabo por los islamistas radicales en diferentes lugares del planeta no pueden disociarse de los ideales religiosos que los inspiran, y que son el resultado natural de una ideología consustancial al propio islamismo y a su libro sagrado, el Corán.  Hay otros que hablan de que los “soldados de esta Guerra Santa” han hecho una lectura equivocada del Corán y que su comportamiento asesino se funda más bien en un error teológico

Para apoyar la primera postura, convoco aquí a Ayaan Hirsi Ali, escritora somalí y crítica activa del integrismo islámico, quien en su útimo libro plantea la necesidad urgente de reformar este credo religioso (así como se reformó el cristianismo).

A su juicio, hay que distinguir entre tres tipos de musulmanes:

  1. Los fundamentalistas, que ciñen su vida   –y obligan a los demás a lo mismo–   estrictamente a lo que reza su credo.  Conciben un régimen basado en la sharía, la ley religiosa islámica. Defienden un islam que casi no ha cambiado respecto de su versión original del siglo VII.  Consideran un requisito de fe imponerlo a todos los demás.  Nuestra autora los llama los musulmanes de Medina.
  2. El segundo grupo, claramente mayoritario, lo conforman musulmanes que son fieles a la esencia del credo y participan de los oficios con devoción, pero no muestran predisposición a practicar la violencia.  Ayaan Hirsi Ali los llama musulmanes de La Meca.  Al vivir en Occidente, las creencias religiosas de este tipo de musulmanes se encuentran en un estado de tensión permanente con la modernidad occidental. Los valores racionales, seculares, libertarios e individualistas de la modernidad constituyen, en esencia, un elemento corrosivo para las sociedades tradicionales y sus jerarquías basadas en el género, la edad y la categoría social heredada.  Atrapados entre dos mundos de fe y experiencia, los musulmanes devotos y pacíficos que viven en Occidente se ven involucrados en un conflicto diario para cumplir con los preceptos del islam en el contexto de una sociedad laica y pluralista que desafía sus valores y creencias a cada paso.
  3. Al tercer grupo pertenecen los musulmanes herejes y disidentes que intentan cultivar un pensamiento crítico sobre la fe en la que han sido educados.  Algunos han abandonado por completo el islam, pero muchos siguen siendo creyentes aunque no dudan de que su religión debe reformarse para escapar del ciclo desgarrador de la violencia fanática

Se argumenta que los musulmanes de Medina (fundamentalistas, fanáticos, violentos) son una minoría.  Se ha calculado que un 3% de la población musulmán del planeta entiende el islam de una manera radicalizada y extremista.  Pero si calculamos que existen 1.600 millones de creyentes islámicos (un 23% de la población mundial), 48 millones de fundamentalistas parecen ser una amenaza más que suficiente.  Estos musulmanes no se muestran abiertos a dejarse convencer o alcanzar algún tipo de compromiso con los liberales occidentales o los reformistas musulmanes. Considerando la sharía como la palabra revelada de Alá, no vacilan en considerar totalmente justificados los atentados terroristas en defensa de su religión

A juicio de Ayaan Hirsi Ali, las medidas militares, judiciales, políticas y económicas que se han propuesto para derrotar el extremismo islámico tendrán escaso efecto a menos que se lleve a cabo una reforma del propio islam.  Ella propone cinco elementos que hay que reformar:

  1. La categoría semidivina e infalible de Mahoma junto con la lectura literalista del Corán, en  especial de los fragmentos que fueron revelados en Medina.
  2. La anteposición de la vida después de la muerte, en lugar de la vida antes de la muerte.
  3. La sharía, el conjunto de leyes procedentes del Corán, los hadices y el resto de jurisprudencia islámica.
  4. La práctica de otorgar poderes a los individuos para hacer respetar la ley islámica ordenando lo que está bien y prohibiendo lo que está mal.
  5. El imperativo de librar la yihad o guerra santa.

 La autora reconoce las enormes dificultades que debe enfrentar una empresa como esta, aunque piensa que  –en cierto sentido– la Reforma Musulmana es inminente e, incluso, quizás ya haya comenzado.  Actualmente más hombres y mujeres se atreven a pensar críticamente y a expresarse con mayor libertad en los países musulmanes. Desde Occidente debemos empujar para que, cada vez más,  los valores de la razón ilustrada y el laicismo cobren fuerza en el mundo musulmán y se reduzcan, así, los peligros que acarrea una mentalidad fanática, intolerante y anclada en el pasado.

 REFORMEMOS EL ISLAM, de Ayaan Hirsi Ali.  Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2015             

 

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