Chile y la Enfermedad del Corto Plazo Lecciones del pasado y reflexiones acerca de nuestro futuro

energías renovables1

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Por Johannes Sonnes

“La vida sólo puede ser comprendida mirando hacia atrás,
pero sólo puede ser vivida mirando hacia adelante (Søren Kierkegaard).

En esta frase Kierkegaard nos recomienda afrontar la existencia con visión de futuro, conscientes del pasado, pero sin aferrarnos a él. Con el fin de llevar adelante un proyecto responsable de país, sería aconsejable que los chilenos nos abocáramos a alcanzar un consenso de visión de nuestro futuro. Que no esté fragmentado y que sea consistente en el tiempo. Luego, disciplina y constancia para sacarlo adelante. No hay atajo.

Cómo nos reconocemos

Nuestro país es bastante particular, su origen, geografía, ubicación en el mapa, densidad poblacional, terremotos, erupciones volcánicas (lo reconstruimos cada 50 años), han modelado su historia y desarrollo de forma tal que han terminado respondiendo curiosas preguntas que el resto del mundo se hacía hasta no hace mucho ¿qué es Chile? y ¿dónde queda?

Es verdad, nunca les fue fácil desarrollarse a los países fuera de la franja entre los 35 y 50º, Latitud Norte. Las distancias y las barreras geográficas conspiraron contra las migraciones, el comercio, la interacción de culturas y el desarrollo tecnológico. ¡Pero son las cartas que nos tocaron!

Chile, un país conquistado, independizado posiblemente vía plan Maitland1 y luego colonizado; con una identidad de origen múltiple (baste que cada uno de los lectores haga un análisis de sus orígenes para encontrarnos con dicha diversidad).

Chile, un país cuya riqueza ha estado basada en la extracción primero del salitre, luego del cobre y otros minerales, en recursos marinos, forestales, frutas y vinos; todo, menos valor agregado. Además, el coste de la energía ha sido errática, hasta hace no mucho era barata (hidroeléctrica), luego (cambio climático mediante) llegamos a tener la electricidad más cara de América Latina… pero eso fue el pasado, el mundo cambia y hoy somos líderes en inversión en energías limpias y precios competitivos.

Es difícil de explicar la lógica de por qué la mitad de la población habita en una estrecha franja (casi toda en una sola ciudad, contaminada y congestionada a más no poder). Alguien podría concluir que ese modelo fue eficiente en algún momento, quizás vía economías de escala dada la poca población inicial, y por nuestra particular geografía… pero eso fue el pasado… y crecimos en número… Tampoco se entiende que no existan vías de ferrocarriles como clones de la Ruta 5 o 68, atestadas y peligrosas; fíjese que bastaría una línea de Norte a Sur y dos ramales, a Valparaíso y Concepción, para generar un cambio de alto impacto…y nadie cambió nada… ¿nadie lo vio venir?… ¿o nadie lo quiso cambiar?

¿Somos capaces de avanzar hacia una modernidad con igualdad?

Con todo lo anterior, ¿existe hoy una visión compartida de desarrollo de país que no consista en parchar y arreglar lo que se rompe, peor aún “arreglar” porque no coincide con la matriz político-ideológica de turno? ¿Alguien ha propuesto cómo dejar de zigzaguear o hacer drifting con las políticas de desarrollo? ¿Tenemos una institucionalidad que trascienda la corta vida de un gobierno de cuatro años, que permita un desarrollo sustentable y poder lograr así una ventaja competitiva? No nos engañemos, somos todos mayores.

Lo que mata a muchos países son los ciclos políticos, sin que haya continuidad en las instituciones. Una visión a largo plazo requiere de dicha institucionalidad, vías, puentes y pilares pensados y consensuados con calma, teniendo el bien común en la mente y proyectada a lo menos a 20 años. Luego, la disciplina para no cambiar de dirección como un conductor perdido en la niebla, que zigzaguea, cambia o revierte la ruta, sino para hacer prudentemente los ajustes en el tiempo.

Veamos cuatro ejemplos:

  1. Educación: Piedra angular de toda sociedad; es menester luchar contra la ignorancia y procurar ciudadanos que no repitan como loros un texto (dando por descontado que sí lo entienden), sino que puedan cuestionar lo escrito, ya sea en un diario, revista o en un proyecto de ley, analizar las decisiones que se van a tomar, medir sus consecuencias y, en lo posible, aportar al debate. Nadie ignora que la educación no puede ser un proyecto de corto plazo; y que es la base de una sociedad. ¿Seremos capaces de cuestionarnos y buscar reinventarnos hacia el futuro?

¿En una economía abierta como la chilena, cuantos manejan inglés como segunda lengua materna? ¿Cuántos colegios están acreditados?… nadie lo vio venir?…  nadie lo quiso cambiar? … o alguien tiene miedo de un pueblo pensante? ¿Por qué no existe un PIB educativo?

  1. La extracción de recursos naturales: No nos engañemos, eso ya pasó, fue una ventaja temporal, solo rentable por un rato. El desarrollo real se basa en generar valor agregado, es decir desarrollar ventajas competitivas. Lección aprendida por los países avanzados hace bastante tiempo. Este pilar está basado en la educación de alto nivel, en investigación, desarrollo e innovación (I+D+I) para el conocimiento, en el desarrollo de industrias y patentes de invención. El país con el mayor ingreso per cápita de mundo, Liechtenstein, no posee materia prima alguna.
  1. Planificación de ciudades: ¡Cuán caro resulta no haberlo hecho! Sostener urbes del tamaño de Santiago (y muchas otras en Latinoamérica) es atentatorio contra la salud, incluyendo la salud mental y, sin lugar a dudas, la calidad de vida. Además, ya llegamos tarde. ¿Cómo lo arreglamos entonces, cómo descontaminamos o disminuimos los tiempos de traslado? ¿Cuánto cuesta esa monumental des-economía de escala que arruina la vida de quienes trabajan y/o “viven” allí? Porque si fuese el edén, ¿porqué se producen las estampidas cada fin de semana largo para escapar de la capital, y en febrero se convierte en un desierto?
  1. Transportes y Energía: No somos productores de petróleo, pero nuestra matriz de transportes continúa basada en automóviles, buses, camiones, y la energía convencional —grandes hidroeléctricas y termoeléctricas— sigue reinando, aunque la irrupción de las energías renovables no convencionales (ERNC) les va propinando una rápida pérdida de mercado. Aun así, buena parte de los impuestos recaudados se relacionan con el petróleo. Vale la pena preguntarse sobre los incentivos de planificación para la instalación de sectores industriales, hasta dónde deben llegar las ciudades, el uso de trenes de mediana/corta distancia y la incorporación de energías alternativas renovables, en las que nuestro país ha demostrado ventajas importantes. Nadie medianamente informado puede explicarse por qué, en vez de extraer Litio, no estamos fabricando pilas y acumuladores ya hace rato. Hubo de producirse el estallido de un gigantesco escándalo de corrupción en torno a este recurso para que tomáramos conciencia de su valía, y de que nos estaban pasando “gato por liebre”, exportando litio que era declarado como salmuera.

Si, por supuesto, esto no pasa solo en Chile, concedo, pero ¿qué sacamos con consolarnos con el grupo que arrastra los mismos pesares?

Definitivamente en estos cuatro pilares Chile no ha sido un alumno aventajado, estamos apenas tratando (si es que) de tapar estos baches, cual miope que no ve más lejos de la punta de su nariz; o que maneja sólo mirando el espejo retrovisor. Basta de autocomplacernos con la celebración de victorias pasadas, de centenarios o efemérides. Lo que el país requiere es el conocimiento científico de su historia, sin mitos, sin distorsiones chovinistas, que nos permita construir con la mirada puesta en el siglo XXI, erradicando cualquier “solución” belicista. Parece haber una obsesión en Latinoamérica por el pasado, especialmente por aquello que nos distrae y nos divide. Mientras los asiáticos se ven guiados por el pragmatismo y obsesionados con el futuro, los latinoamericanos estamos entrampados en la ideología y obsesionados con el pasado. Es necesario mirar más por el parabrisas y menos por el espejo. Si todavía quedan dudas observemos a Japón, China, Corea del Sur, Singapur, India. Y cómo las aulas y laboratorios de Harvard, el MIT, Columbia, Cambridge, etc. están llenos de estudiantes provenientes de esos países.

De la Historia aprendemos lecciones, pero los países más aventajados lo hacen para evitar repetir los errores y para proyectarse hacia delante en el tiempo. Los países que más han avanzado en el mundo son los que apostaron por la innovación.

¿Dónde están y cuánto poder tienen los que se oponen a cambiar el statu quo? Los argumentos parecieran ser: ¿Para qué distraer recursos en impulsar educación del más alto nivel para todos los niños y jóvenes del país, cuando bastan músculos y saber leer y escribir para extraer recursos naturales? ¿Para qué cambiar la matriz energética si buena parte de los ingresos fiscales provienen desde allí, además de verse afectados los grandes conglomerados industriales?

Las respuestas correctas son: Más individuos con ideas son tal vez más difíciles de gobernar, pero a la inversa constituyen un enorme caudal para el desarrollo y el bienestar. Los costos de las energías limpias son inversamente proporcionales a la capacidad almacenada (producción + almacenamiento), pero además estas reportan la más drástica reducción de gases con efecto invernadero, disminuyendo costos sociales cada vez más inaceptables y recuperando el medioambiente de los daños hasta ahora infligidos.

Pensemos en el valor agregado que esto proporciona, la creación de riqueza y estándares de vida para todos los sectores. El valor futuro puede ayudarnos a entender esto. Por ejemplo, si creamos o ahorramos el día de hoy en una sola actividad que signifique invertir mil pesos mensuales, a una tasa de 10% anual, en 4 años tendremos 58 mil pesos, pero si somos consistentes en 20 años tendríamos 760 mil, nada menos que 20 mil millones de dólares si se involucrara toda la población del país. Muchos pequeños cambios proyectados en el tiempo pueden cambiar drásticamente un país, si son consistentes y obedecen a políticas de desarrollo pensadas y consensuadas a favor de las mayorías. Realicemos 10 mejoras en la dirección correcta y pensemos qué haremos con 200 mil millones de dólares en la billetera chilena. De partida reinvertir en capital humano, no en consumismo desenfrenado.

Epílogo

No es la idea plantear un escenario catastrofista, pero tampoco presumir que todo es perfecto.

Aquí se plantean numerosos llamados de atención respecto a una causa que siempre discutimos, que tiene que ver con la impaciencia, con la carrera loca que el sistema neoliberal nos impone.  También requiere mirar qué hemos sido y qué hemos dejado de ser; pero, por sobre todo, qué queremos ser. Qué fuimos, para sacar enseñanzas de éxito y no reincidir en los yerros; qué somos, para hacernos un diagnóstico franco y acertado; hacia dónde vamos, que exige simular varios escenarios en un mundo cambiante, y mucha disciplina.

Chile sí tiene remedio, pero debe plantearse con valentía, tolerancia y con el imperativo ético y político de mayor igualdad, en un escenario del bien común que erradique el egoísmo y el cortoplacismo. De lo contrario, considerando las dimensiones de nuestro país, el foco en la economía primaria, la variable demanda internacional de los commodities, el envejecimiento de nuestra población y los pobres resultados en educación, le estaremos legando un incierto futuro a las generaciones venideras.

¿Cuál será el legado y oportunidades que dejaremos a nuestros hijos?

“Si tu objetivo es progresar un año, siembra trigo.
Si tu objetivo es progresar diez años, siembra árboles.
Si tu objetivo es progresar cien años, educa a tus hijos”.

(Confucio)

1 Thomas Maitland, militar escocés, habría concebido en Londres, a comienzos de 1800, un plan para capturar Buenos Aires y Chile, y luego “emancipar” Perú y Quito. Plan asombrosamente coincidente con el que posteriormente llevara a cabo el general San Martín, sin que haya certeza de que este último haya conocido la estrategia del escocés. Tampoco hay evidencia si ello obedecía a un propósito de rescatar las tierras americanas del dominio español para beneficio británico, o si había un convencimiento altruista respecto al derecho de los pueblos a independizarse.

 

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