Punto de quiebre

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PUNTO DE QUIEBRE

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Por Wilson Tapia

Es un término del que se apropió el tenis.  Pero su contenido va más allá del momento definitorio de un encuentro deportivo. Es el “después de esto puede terminar todo”. Y es lo que muchos piensan que está ocurriendo con la institucionalidad, con la política, con las estructuras básicas en que se apoya buena parte de la civilización actual.

En una entrevista reciente, el ex presidente Ricardo Lagos abordó el tema. Manifestó su preocupación e insistió en la necesidad de llegar a puntos de acuerdo.  Hizo la salvedad de que el problema no es solo local. Y tiene razón: las instituciones están siendo cuestionadas en todo el mundo. Al igual que comportamientos que la sociedad aceptaba como naturales y que hoy se ven como lo que son: convenciones abusivas con las mujeres, con los homosexuales y, en general, con los diferentes.

El ex presidente insistió en toda la entrevista en la necesidad de dejar de lado las discrepancias y tomar conciencia de que los problemas que afligen al país son graves. Sin duda, es así.  El problema es mundial, pero Chile hace sus aportes -como todas las naciones- particulares. Lagos recordó la golpiza al presidente del Tribunal Constitucional, Iván Aróstica; los problemas entre el Contralor, Jorge Bermúdez, y la sub contralora, Dorothy Pérez; el derrumbe de la imagen de Carabineros. Y podría haber seguido con las ramas de las FF.AA; con la baja valoración que hoy tienen los políticos. En fin, con el cuadro de corrupción que ha mostrado un país que hasta hace poco se ufanaba de no sufrir tal flagelo.

El agotamiento de la ciudadanía puede ser atribuido a muchas causas. Entre ellas, a que la tecnología ha permitido una comunicación más rápida y fluida. Esto genera demandas que han subido de tono y que, periódicamente, vuelven a estar en el muestrario de la actualidad o directamente en las calles, con protestas que, a veces, suben de tono.  Pero que siempre hacen pensar que el agotamiento de los ciudadanos ya no sólo puede manifestarse en no concurrir a las urnas electorales para elegir a sus representantes. Además, la molestia se percibe en las calles. En el mal humor de los conductores de vehículos motorizados o autónomos, en su agresividad, y en la escasa serenidad de los peatones. Los medios de comunicación hacen su aporte, presentando una parrilla en que la parte sustantiva está integrada por noticias que infunden temor. Un ser humano atrapado por el miedo es más fácilmente manipulable.

Por lo tanto, el panorama está claro no sólo para los especialistas o los políticos. Sin embargo, ni los unos ni los otros aportan, hasta ahora, soluciones. El análisis de Lagos, como el de la totalidad de los políticos, se circunscribe a un reconocimiento de la realidad.  Pero eso no es todo lo que corresponde a un dirigente. O, al menos, no debería serlo. Su labor es aportar soluciones. No basta con llamar a acuerdos entre las distintas facciones ideológicas. Esa es la parte sencilla. El dirigente tiene la obligación de mostrar caminos. De señalar las materias a abordar y los posibles puntos de acuerdo y desacuerdo, para estimular los primeros y aminorar el peso de los segundos.

El ex mandatario critica a quienes rechazan el avanzar “en la medida de lo posible”, que hizo famoso al ex presidente Patricio Aylwin. Lagos sostiene que allí está la base de los acuerdos.  Pero desconoce que las concesiones de Aylwin tal vez hicieron que las reformas, luego de la dictadura, fueran más lentas y timoratas de lo necesario. Que su propia actitud llevó a que hasta ahora la estructura que dejó la dictadura se encuentre casi intocada en lo esencial. Porque, de algún  modo, la base económica del país se potenció entre los herederos del régimen del general Pinochet y la derecha tradicional chilena que lo apoyó sin tapujos. Todo esto sin dejar de lado la reforma a la Constitución que se hizo bajo su mandato. En realidad, un arreglo cosmético que era lo que, al parecer, permitían las circunstancias.

Posiblemente son estos modos de proceder lo que tienen hoy a la institucionalidad en entredicho. Todo se hace en provecho de alcanzar el poder y mantenerlo. El problema es que eso no ayuda a las soluciones. Hoy, a los políticos se los ve más como personajes de la farándula -de allí que muchos de ellos postulan a cupos de dirigentes y tienen éxito-, que como líderes, que es el sitial en que deberían ubicarse.

Es por eso que Lagos, que para muchos es un referente, no entrega soluciones. Le basta con ser reconocido. Su aporte a la discusión actual es: “Pónganse de acuerdo”. ¿Dónde están las propuestas? Es cierto que su sector no las tiene.  No sólo aquí, en todo el mundo. Y con la derecha ocurre otro tanto.

Y cuando la izquierda ha tomado el poder, ha sucedido algo similar. ¿Cuántos regímenes de esa orientación no terminaron en dinastías o se perpetuaron recurriendo a las mismas armas que condenaban en sus contendores? Parece evidente que urge el rescate de valores que acompañen a nuevas soluciones. Hasta ahora eso tampoco se ve en la generación de recambio. De allí se escuchan casi exclusivamente condenas

El momento actual es complejo. No es solo la falta de propuestas. También está una realidad que muestra que, en el momento de la acción, los que antes se llamaban izquierda y derecha, prácticamente no marcan distancias ideológicas. Las apetencias de poder eliminaron hace tiempo las diferencias. Es posible que nos encontremos en el momento histórico en que corresponde revisar el pasado para abrir camino al futuro.

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