El engaño

columna de opinion

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EL ENGAÑO 

Francisco Villarroel

Por Francisco Villarroel

Una comida sin sal no tiene mucho atractivo, ¿o si?. Los seres humanos interpretamos la realidad de dos formas: racional e irracional. Racional basado en las experiencias, observación y conocimientos; o irracional basado en las emociones y prejuicios que a la vez encuentran su epíteto en las experiencias cotidianas. El componente irracional despliega juicio de valores, es decir está sesgado por creencias y experiencias personales, cuya borrosa visión se amplifica a su vez por un problema de escala, es decir, a mayor volumen, mayor el sesgo. Es como observar un cubo, no se puede mirar todos los lados al mismo tiempo, por lo tanto, se interpreta sólo de acuerdo a lo que es humanamente posible observar. Por ejemplo, un profesor puede monitorear el comportamiento de un par de alumnos, pero difícilmente podrá hacerlo con cientos de alumnos jugando en el recreo. Por lo tanto, ante un conflicto, tanto su conocimiento sobre el problema, así como su capacidad de intervenir serán limitados.

El humanismo, cuya filosofía se centra en el pensamiento crítico y la evidencia, puso al individuo primero en la fila, le permitió utilizar su inteligencia para adquirir estados superiores de conocimiento. Contrario al dogma, el individuo tiene el legítimo derecho a “no estar de acuerdo”. Los nuevos conocimientos surgen como “consecuencias no esperadas de la acción individual”, es decir, el conocimiento generado por muchas mentes pensando libremente tienden a coordinarse, espontáneamente, para dar nacimiento a un conocimiento superior. Es como descubrir el fuego, y mil años después dominar la metalurgia. Quien descubrio el fuego quizás no pensó jamás en la metalurgia, sino que en una asado.
Cuando Newton escribió en su carta a Robert Hook: “Si he llegado a ver más lejos que otros es porque me subí a hombros de gigantes”, lo que realmente estaba diciendo era que él logró conectar conocimientos e ideas, que en sí mismos estaban dispersos, pero que en su mente se reunieron para formar algo nuevo. Newton fue un innovador. Ningún filósofo antiguo imaginó siquiera, las consecuencias futuras de sus descubrimientos, a la vez que Newton jamás visualizó el surgimiento de la mecánica cuántica.
En principio, todo progreso ha ocurrido primero en el cerebro de un individuo cuyos orígenes pueden ser trazados en el conocimiento producido a través de la mente de otros individuos, por lo tanto, el hecho de que podamos identificar ciertas ideas con específicos autores nos habla de la grandeza del individuo frente el colectivo. El colectivo no crea, sino que replica y utiliza lo que uno de sus miembros ha creado, a la vez que otros individuos toman “lo nuevo” y lo mejoran. Otra vez una consecuencia no esperada. Por otro lado, la invención, la creación y el progreso no se pueden planificar, pueden ocurrir hoy, o en cien años más. Por lo tanto, lo que el ser humano necesita es libertad para pensar, crear y prosperar. 
Cuando se impone una forma de pensar, se limita el progreso, y lo que parece en principio “justo” termina siendo la mayor de las injusticias porque se suprime aquel componente esencial que ha sido desde siempre el motor del progreso: el pensar fuera del cubo. Un individuo con miedo se vuelve socialmente estéril, no es capaz de crear y pierde el incentivo para mejorarse a sí mismo, y a su vez a la sociedad.
Cuando se impone un modo de pensar se mata a la inteligencia, y el espíritu humano. Aquello “que me hace vibrar” o “levantarme de la cama cada día” deja de importar. Cuando una persona persigue sus propios intereses, y es libre de actuar y pensar deja de ser una carga para sí mismo y para la sociedad.
Castigar socialmente a alguien por pensar distinto es condenar a la sociedad misma al fracaso porque la sociedad no existe fuera del individuo. El sabor de la sociedad es lo que es cada uno de sus elementos añade a ella, libre y espontáneamente. Progreso significa dejar a las personas sazonar sus vidas con la sal que es fruto de su propia inteligencia, trabajo y esfuerzo, cuyas consecuencias futuras desconocemos pero que sabemos el elemento clave para el progreso que ha sacado a la mayor parte de la humanidad de la miseria en que vivía hace no mucho tiempo atrás. 

 

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