¿Qué cambios se esperan una vez superados los acontecimientos que vivimos?

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columna de opinion¿QUÉ CAMBIOS SE ESPERAN UNA VEZ SUPERADOS LOS ACONTECIMIENTOS QUE VIVIMOS?

Ruben Farias ch

La pregunta la formulo considerando que existen varias respuestas: ¿se refiere a los cambios que debieran generarse como consecuencia del estallido social conocido a partir del 18 de octubre de 2019, o a los que necesariamente debieran producirse una vez superada la pandemia que nos ha afectado como a gran parte de los países del mundo?.

En el primer caso, al parecer el impacto de la rebelión social disminuyó ostensiblemente a raíz del inicio de la temporada estival de verano cuyo programa de vacaciones se proyecta entre los meses de enero y febrero. En el segundo caso, la pandemia, resultó ser, en ese período, el “invitado de piedra” cuya intempestiva presencia alteró mucho más la precaria convivencia que hasta ese momento se tenía en la comunidad nacional, y que ya había sido conmovida por el movimiento social. La situación que hemos vividos durante estos recientes siete meses permite preguntarnos acerca de una condición muchas veces ya repetida: ¿lo que hasta ahora ha acontecido responde solo a una época de cambios o a un cambio de época?

En cualquiera de las situaciones indicadas, lo cierto es que existirán cambios notorios para algunos, indiferentes para otros o deliberadamente aceptados o ignorados según los intereses de sectores no siempre fáciles de identificar. Si se consideran ambas circunstancias –la cuestión social y la pandemia– curiosamente sus hasta ahora parciales efectos están demostrándonos el estado actual del desarrollo nacional. En el primer caso, la gravedad de los hechos puede atenuarse, si la autoridad nacional satisface —en justicia— las peticiones de solución solicitadas ante los gravísimos problemas existentes y cuya mantención en el tiempo pudieran ser el preámbulo de un conflicto social de consecuencias insospechadas. En el segundo caso, su presencia, pese a todos los controles sanitarios que logren imponerse y si la ciudadanía no cumple con las advertencias y recomendaciones técnicas informadas para estos efectos, puede significar simplemente la muerte de personas debido al peligro latente que representa la propagación de la enfermedad.

En esta condiciones, inevitablemente los cambios se producirán. Sin embargo, si el desafío supone, primero, que todo cambio superficialmente concebido mantendrá siempre la misma época que vivimos, pero sin modificaciones de estructuras que trasciendan en el tiempo y que orienten el desarrollo hacia mejores formas de vida, entonces no serán relevantes. En tal caso, lo que continuará, serán sólo reformas al sistema establecido impulsadas por mentalidades que se apoyan en la inercia del tiempo y su dinámica. Es, entonces, lo que se identifica sólo como época de cambios, que se incorporan al desarrollo como un complemento más del mismo pero no como un componente gravitante que determine nuevas visiones de futuro. Si, por el contrario, el desafío supone la ruptura de la continuidad histórica del proceso de desarrollo, en este caso sí se podría hablar de cambio de época. Ello se fundamenta en el significado que tiene el agotamiento de las estructuras legales vigentes que, al no satisfacer los objetivos de toda transformación, necesariamente requiere de la internalización de nuevas y renovadas visiones que sean capaces de sentar las bases de un nuevo paradigma. Esto, por cierto, debiera sustentarse en una diferente mentalidad que fomente significativos grados de diversidades culturales, de aspiraciones de vida e ideales que cuestionan el pasado pero respetándolo como referencia de lo que ya fue. Ello también exige promover formas de pensar acorde a los tiempos que se viven y expectativas de un cambio de época, en que el futuro se piense creándolo en nuestra imaginación a partir de las experiencias ya obtenidas de un pasado que ya existió pero que, por cierto, será diferente respecto de un devenir incierto pero seguro.

Ahora bien, lo que realmente genera una posibilidad de cambio es la visión ideal que cada cual tiene de sí mismo y el aporte que fraternalmente puede brindar a su entorno inmediato, es decir, cuando toda persona, reconociendo lo que desearía ser, contribuye con su propia comprensión y capacidad a dicho propósito. Obviamente que esto no es suficiente y no lo será si las inquietudes no se apoyan en directrices que globalmente logren comprender que una organización constituye un bien social al servicio de todos y sin diferencias de ningún tipo. En esto, la motivación es fundamental puesto que, en términos generales, ella se genera a partir del reconocimiento de nuestras necesidades básicas, sea como lo deseable normalmente aún no logrado, o bien como una carencia existente en un tiempo determinado. Por esta razón, la motivación a la comprensión del cambio surge a partir de la existencia de agentes que estimulan, por ejemplo, ingresos justos, estabilidad laboral, reconocimientos de méritos, simplificación de los procedimientos, satisfacción lograda y verificada en los resultados obtenidos, racional ejercicio del poder, de cuya normal aplicación se logren buenos resultados de una gestión interpersonalmente bien diseñada en sus enfoques políticos y técnicos, etc.

Transformaciones de esta naturaleza exigen grados de participación efectiva; personas que conduzcan el proceso acompañadas de otras de confianza técnica y no personal; velando por la aplicación de un sentido de bienestar social equitativo; recuperando confianzas; redistribuyendo la riqueza nacional de acuerdo a visiones de justicia social; delimitando también en justicia los intereses privados y que estos respondan a una sincera y adecuada racionalidad de beneficios compartidos; garantizando la formulación de políticas públicas que, como en el caso de educación, salud y justicia, se constituyan en los fundamentos estratégicos del desarrollo y en que la investigación científica y tecnológica se fomente desde las primeras edades como sólidos pilares de estos objetivos.

Si se espera que los cambios que sobrevengan después de las recientes experiencias vividas surjan de la recta voluntad de promoverlos, también deben surgir acuerdos de trabajo en común y no rivalidades que mantengan la crisis. Esta visión prospectiva hace falta.

¿Estamos preparados o preparándonos, en todos los sectores, para esta noble causa?

 

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