Diálogo Abierto

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Iniciativa Laicista dialoga esta semana  con el académico de la Universidad de Chile  LUIS ALEJANDRO RAMÍREZ FIGUEROA, licenciado y doctor en Filosofía y docente en programas de pre y posgrado.

 I L .-  Profesor Ramírez, a su juicio, ¿cuáles son los principales efectos que trae esta pandemia para nuestra sociedad chilena, además por supuesto del gran riesgo sanitario que debemos enfrentar?

 A R.-  Veo una situación difícil para el país, en concreto una vez que la epidemia permita volver a tener actividades. Me parece que es muy probable que esto vaya  a acentuar toda la crisis social que tenemos en el país y que explotó el 18 de octubre.

Ciertamente, este problema de salud pública está tapando nuestro problema social de fondo. Podrían pasar dos cosas: o la situación económica sepulta la crisis social latente en Chile o la acentúa y saca a flote, aún con mayor fuerza, las desigualdades profundas del tipo de sociedad salvaje que tenemos. Creo que va a pasar lo segundo. Esto es lo que me parece para un plazo inmediato.

alejandro ramirezI L .-  ¿Le parece que  –tanto desde las medidas que toma la autoridad sanitaria como del comportamiento habitual de la población chilena–  estamos enfrentando esta crisis como es debido?

A R.-  Llama la atención las medidas erráticas del gobierno (no obstante decisiones técnicas puntuales acertadas y aceptando lo difícil que es la toma de decisiones en esta situación). Por ejemplo, al inicio del problema, en marzo, el no haber establecido una medida de claro confinamiento en el sector oriente produjo consecuencias, puesto que el contagio con alta probabilidad fue función del regreso de los viajeros. Tampoco es entendible la insistente información a que habrá un pico en la epidemia, como ocurre normalmente, situación de máximo contagio, pero, por otro lado, el gobierno llama a la «vuelta», a que los colegios retomen de a poco sus actividades, a la apertura paulatina de centros comerciales, etc, a la vuelta a una cierta “normalidad protegida”, justamente antes que se produzca ese máximo. ¿A qué se deben estas decisiones? La economía y las actividades no se puede paralizar para siempre, es verdad. Ese no es el punto. La cuestión es la oportunidad. Se nota al respecto un apresuramiento que puede resultar nefasto, que parece en gran medida estar determinada por sesgos ideológicos. Por otro lado, la cuestión del comportamiento de la ciudadanía es tanto o más compleja. Nuestra economía posee un grueso de informalidad muy grande, de personas para las que el “teletrabajo” no es una realidad y el confinamiento una ilusión. Pero, también, se observa una buena cuota de irresponsabilidad en el comportamiento, una suerte de incredulidad, desafío a las normas e indiferencia respecto de la situación.

I L .-  Algunos hablan de un antes y un después de esta pandemia. Dicen que todo será diferente.  ¿Qué tipo de sociedad, piensa usted, que debemos construir en el futuro? ¿Por qué?

A R.- Tengo dudas de que en realidad vaya a haber ese mentado “antes y después”. Creo que es muy prematura, algo apresurada, una afirmación como esa. Porque se observa que las economías están volviendo a funcionar, esperando incluso “recuperar” su sitial. En todo caso, tal vez lo que sí se pueda conjeturar es que podría generarse una sensación de incerteza, de vulnerabilidad ante la naturaleza, que se pensaba superada, e instalarse la desconfianza sobre qué esperar; incerteza de si, por ejemplo, somos, en general, a los 70 años “tan jóvenes” como es asumido hoy. Podría ser paralelo a lo que las doctrinas posmodernas plantearon hace un tiempo, en el sentido de abandono de aquellos sistemas de pensamientos que parecían inamovibles y que daban seguridad sobre cómo relacionarnos con el mundo. El confinamiento puede ser una metáfora de eso. Por otra parte, la tecnología de reemplazo, si se pudiese llamar así, a los quehaceres humanos puede profundizarse; esto es, considerando algunos pensamientos del Transhumanismo y sus pretensiones de liberar a los seres humanos de varias situaciones que los autolimitarían, ¿mejoramos con estas tecnologías de reemplazo, con la sensación de acortar distancias, de anular el tiempo, de eliminar la movilidad, de “saltarse el espacio físico”, como seres físicos que somos, de aprender no presencialmente, de asumir una pseudo conversación en pantalla como una forma de comunicación ventajosa?   

I L .-  Suponemos que está, como todos los docentes, dictando clases a distancia a través de pantallas digitales. ¿Implicarán las condiciones en que vivimos cambios sustanciales en el modo de ejercer la pedagogía en el mañana?

A R.- Espero que, al menos con las tecnologías de que disponemos actualmente, la docencia presencial vuelva con mayor fuerza y valoración. A veces escucho opiniones demasiado entusiastas de estas tecnologías tipo Zoom que, en mi opinión, son de gran pobreza para desarrollar una docencia reflexiva, crítica. Al menos es mi experiencia en la universidad. Es cierto que son las herramientas disponibles y hay que usarlas. Pero tengo dudas sobre su imposición como algo esencial. Tal vez en ciertos aspectos puede hacerse bien, como por ejemplo en experiencias de extensión, como en la misma Universidad de Chile existen hoy. Pongo como ejemplo el programa denominado «U Abierta», que visitan hoy miles de estudiantes. Pero una cosa es la extensión y otra es la formación formal en una carrera o programa de pre o posgrado.

 

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