DIÁLOGO ABIERTO

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TAHALos “aires de mejoría” que anuncian las cifras y medidas entregadas por el gobierno han provocado hechos graves que han vulnerado la seguridad sanitaria de la ciudadanía: aglomeraciones en tiendas, fiestas concurridas y  reuniones masivas de carácter religioso.  Y al tiempo que las medidas restrictivas se han ido relajando de manera progresiva, vivimos también un momento importante en el que empezamos a percatarnos sobre los devastadores efectos que ha tenido la pandemia y los correspondientes confinamientos en la población civil. Muchas personas han sufrido efectos emocionales graves, producto de los meses en los que no han podido tener contacto con nadie, mientras que otros han sufrido y siguen padeciendo el ataque directo del virus en su organismo.

¿Está preparado el sistema sanitario para un eventual rebrote de contagios? ¿Cuáles han sido los trastornos emocionales más críticos durante el período de cuarentena? En el Diálogo Abierto de esta semana conversamos con el doctor LIENTUR TAHA MORETTI, médico neurocirujano, coordinador de Neurocirugía de Clínica Indisa, miembro del Comité Ético-Científico del área Oriente y presidente de la Sociedad de Neurología, Psiquiatría y Neurocirugía de Chile.

Entrevista de Gabriel Palma Garrido

 

IL.- Doctor Taha, si bien el peak de esta etapa de la pandemia al parecer ya fue superado, el «dilema de la última cama» fue un tema complejo durante las semanas más críticas. Según su percepción, ¿cómo fueron manejadas estas decisiones por parte del equipo médico, en general?

LT.- El tema de la última cama fue sólo una especulación basada en temores y comentarios sin un fundamento, ya que no se sabía cuántos pacientes podrían requerir un respirador. Pero en el supuesto caso que podría ocurrir –pero no ocurrió–, las autoridades administrativas pertinentes centralizaron todos los casos infectados a lo largo del país y todos los respiradores que no sólo incluían la máquina misma, sino que la cama, y también otros recursos tales como el personal sanitario que involucra su uso, De tal manera que cuando se saturaban los centros, trasladaron los pacientes donde había disponibilidad de lo requerido. Pienso que en ese sentido fue racionalmente bien manejado. Nadie puede decir que tenía experiencia en el manejo de esta pandemia, pues nos enfrentamos a circunstancias nunca antes vividas, pero sí se puede decir que cuando se trabaja en equipo siguiendo un raciocinio y un programa, siempre los resultados serán más favorables. Tal vez  –y como experiencia a futuro–  pienso que la acción fue un poco lenta, en el sentido de haber sido más precoz en el confinamiento de las distintas zonas como lo hicieron en Nueva Zelandia.

IL.- Respecto a eso mismo, ¿considera que, de volverse a repetir una situación crítica al interior de los hospitales, el cuerpo médico sea capaz de sobrellevar de mejor manera este dilema?

LT.- Sería lamentable que ello ocurriese, pero de ser así hay que considerar que el cuerpo médico –y con ello me refiero no sólo a los médicos, sino que también a todo el personal asociado (enfermeras, auxiliares, camilleros etc.)– no solo está fatigado, desgastado, sino que también frustrado ya que mientras estos miembros del personal sanitario hacían turnos con una sobrecarga de trabajo enorme, y muchos de ellos no sólo contagiados sino que también otros habían muerto como consecuencia de ese trabajo, algunos ciudadanos no respetaron las medidas impartidas por las autoridades poniendo en mayor riesgo no sólo sus vidas, sino que también las de otras personas, generando una gran decepción en el esfuerzo realizado por el equipo médico.

Sin duda que esta pandemia dejó experiencias no sólo a los médicos, sino que también a las autoridades, y toda experiencia perfecciona los trabajos ante la misma situación. El gran problema es que esta pandemia enfrentó a un país dividido, ya que había posturas políticas interesadas más en el fracaso que en el éxito, no así el personal de salud que siempre actuó de acorde a las instrucciones recibidas.

IL.- Hay algunas comunas del país que estuvieron casi cinco meses en confinamiento. ¿Qué efectos emocionales o mentales se han visto en aquellas personas que no han podido salir de sus hogares en tanto tiempo? ¿Quiénes son los más afectados?

LT.- Todo confinamiento por períodos largos, y con la incertidumbre de no saber cuándo terminará, genera angustia. Las noticias intimidantes con un bombardeo de noticias repetitivas a través de los medios y las redes sociales incrementan los estados de ansiedad y, cuando esto no se trata, lleva a trastornos de conducta que van desde la violencia a la depresión. Las opiniones sin fundamento a través de las mismas redes sociales generaron más incertidumbre: mucha doxa y poca episteme.

Las estadísticas revelan que el 34 %, o sea 1/3, de la población entre 21 y 68 años, se ha visto afectada emocionalmente, ya sea con trastornos de ansiedad, insomnio y dificultad en la concentración. Las mujeres son las más afectadas (40 %) tal vez porque tienen una mayor carga laboral al asumir el cuidado de la familia como también porque confiesan más fácilmente sus emociones, mientras que los hombres con un 28 %. Entre los varones el mayor compromiso lo presentan los adultos jóvenes (39%) entre 21 y 34 años. No debemos olvidar también que esto ha afectado también a los niños quienes no están preparados para controlar sus emociones.

La sociedad nuestra se caracteriza por una pobreza enorme de espiritualidad, con una ignorancia en el manejo de las emociones, incapacidad de resiliencia ante los impactos y una incultura que los lleva a rebelarse. Estamos viviendo, desde antes de la pandemia, una sociedad individualista en la que el solipsismo y la falta de confianza en nuestros referentes ha primado en todo el ámbito de la vida. Sin embargo, esta pandemia nos ha demostrado cuán necesario es ser solidario y la gran importancia que tienen los familiares, amigos y la sociedad en general, pilares fundamentales para la resiliencia.

IL.- Respecto a salud mental, ¿considera usted que el Estado chileno tiene una deuda importante en ese aspecto con la ciudadanía que necesita atenciones médicas de esas características?

LT.- Las enfermedades mentales y los trastornos emocionales siempre han sido soslayados, ya sea por falta de recursos como también por prejuicios sin fundamento. Por supuesto que todos los esfuerzos han sido dirigidos a las situaciones de urgencia grave en la cual la vida corre peligro, pero también hay que reconocer que la pobreza espiritual de muchos de nuestros ciudadanos los lleva a eludir una ayuda psiquiátrica y/o psicológica por no querer reconocer su necesidad y prefieren invertir en terapias que mejoren su imagen corporal, aunque por dentro se estén muriendo. Pienso que se deberían fortalecer estos tratamientos, pues son uno de los pilares fundamentales para que la sociedad sea sana no sólo en lo físico, sino también en lo emocional. Solo así podríamos llegar a una sociedad feliz. Es una gran tarea que debe hacerse no sólo con mayores recursos por parte del Estado para la salud mental, sino que también es fundamental que, para lograrlo, se fortalezca la educación de la población.

IL.- Aunque Chile se denomina un Estado laico, ¿qué piensa del poder de las iglesias –católica y evangélica– en nuestra sociedad? ¿Puede hacer un análisis –desde su experticia médica– del porqué tantos cultos evangélicos desobedecen las medidas impuestas por la autoridad y siguen congregando fieles en sus templos apelando a una «inmunidad» proveniente de Dios? También algunos presidentes –como Bolsonaro– creen en curas milagrosas y protecciones divinas.

LT.- Sabemos que lo que dice el papel, de ser un Estado laico, no ocurre en la práctica. Ser laico implica tener la educación y hacer el esfuerzo de pensar y cultivar el conocimiento en forma permanente. Significa llegar a un justo equilibrio entre la razón y la emoción, puesto que la razón pura o la emoción pura nos lleva a un desequilibrio propio de las enfermedades mentales. El equilibrio entre la razón y la emoción es dinámico, constante y requiere un gasto de energía cerebral permanente para así lograr personalidades fuertes y de pensamiento libre.

Cuando una sociedad es ignorante y no sabe pensar se deja llevar por la emocionalidad y eso es terreno fértil para que otros se aprovechen y usufructúen de ellos haciéndolos sus esclavos. Es lo que ha ocurrido con algunas instituciones religiosas que se han rebelado a las medidas impuestas por la autoridad, ya que no les conviene que sus adeptos piensen y cuestionen sus dogmas pues ello les debilita su poder. Sin embargo, otras instituciones religiosas han seguido las normas y han cumplido un rol relevante en el apoyo espiritual de la ciudadanía. En todas las pandemias de la historia universal han existido seguidores de la fe y han atribuido a su creencia atributos que podrían salvarlos, pero todos han fracasado, pues la respuesta no está en un Ser Supremo sino que en la responsabilidad que nos cabe a cada uno de nosotros y en la ciencia que ha demostrado tener los mejores resultados. Somos los médicos y la ciencia, con el conocimiento y la ética necesaria, quienes debemos ayudar y dar respuestas con episteme y no la farándula con opiniones sin fundamento.

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