QUINO

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quinoPor Rubén Farías Chacón

Recién falleció Joaquín Salvador Lavado Tejón, (1932.2020) y cuyo seudónimo lo hizo mundialmente célebre: QUINO. Su fama nace de un poder creativo, pocas veces visto, como ha sido el caso de Mafalda y sus amigos. Su autor es, quizás, la expresión de muchas décadas de reflexión que a través de sus personajes hablan por los que no hablan y dicen las cosas directamente en sociedades que, como las nuestras, nos hemos acostumbrado a callar lo que pensamos y también a vivir atemorizados por quienes ejerciendo el poder no vacilan en atropellar y atormentar a los más débiles

 

Existen muchos valores literarios que explican e interpretan los problemas del ser humano en su individualidad y en su pertenencia social. Todos, a través de los tiempos, siempre  se han referido al ser humano, sus problemas y sus permanentes dudas. En las variadas expresiones del arte, esta dimensión de la vida se manifiesta casi permanentemente, pero Quino reflexionaba a través de Mafalda y ella se transformaba en la vocera indiscutida de la proclamación de ideales, principios  valores, virtudes, sueños y esperanzas pero no siempre para explicarlos sino muchas veces para preguntarse el porqué de la ocurrencia de los hechos.

Lo que en apariencia es fácil de entender, en la realidad –reflejada en una reflexión– es difícil de comprender: tener muchos bienes, pero, ¿también cultura?; no pisar el césped y ¿la dignidad sí?; si la comprensión y el respeto es base de la convivencia, ¿por qué algunos se creen más que el otro?; ¿por qué los años son tan importante, si la mejor edad de la vida es estar vivo? En fin, son muchas las ideas, los pensamientos, las cavilaciones, las preguntas, etc. y cada vez que Quino se preocupaba acerca de estos y otros hechos, pareciera estar induciendo al lector a buscar explicaciones más allá de sus propias reflexiones.

Es probable que muchos podrán pensar que lo expresado por Quino a través de Mafalda y sus amigos, representaba determinadas posiciones políticas o que había un sesgo ideológico quizás no siempre compartido. Al parecer esta sospecha es difícil de mantenerla, por cuanto los problemas expuestos identificaban situaciones de la cotidianeidad de la vida, de las interrogantes basadas en la simplicidad de las cosas pero que, una vez pensadas, su significado contenía profundas interrogantes no fáciles de entender; ¿sería esto una forma de arte?, ¿de comunicación?; ¿de despertar las conciencias adormecidas por el cansancio de interminables luchas por los valores supremos de la Humanidad en circunstancias que esto, a veces, es de fácil solución?

La producción intelectual de Quino fue el resultado de una mente que supo comprender a tiempo el presente que vivía pero, al mismo tiempo, que formulaba sus preguntas acerca del porqué de las cosas, estando en este sentido, indirectamente proyectando su visión hacia un futuro deseable que superara lo absurdo de lo actual.

Así como el poeta mira la vida con el sentimiento puro y noble del amor; el músico lo hace con la armónica combinación de sonidos en que la melodía se constituye en una estructurada expresión auditiva de lo bello y el ritmo, en un alternado acompasamiento métrico de una lógica inexplicable; el pintor lo hace a través de la decoración pictórica proyectando también sentimientos y emociones; el escultor lo hace representando la idea en una expresión física de modelamiento de la materia, y el dibujante, por su parte, lo hace como una habilidad heredada a través de los tiempos para referirse a una multiplicidad de hechos que representan una realidad o un sueño.

Quino ofrecía su creatividad  como una crítica a la realidad pero, al mismo tiempo como un desafío que cuestiona la injusticia, la carencia de libertad, la inconsecuencia del actuar, la discriminación, la indisciplina y muchos otros valores que impiden que la virtuosidad se manifieste y valore no sólo en el plano de lo individual sino también en lo social y cultural.

Pareciera que Quino —a través de su obra— hace un llamado al corazón de toda persona para que se comprenda lo que se siente al hacer de lo humano el dolor de la inhumanidad que se vive, pero también a la razón, con el fin de hacernos comprender que el hombre, como gran objetivo de su vida, jamás debe renunciar al supremo acto de “conocerse a sí mismo”, que este es un proceso a cuyo término se espera cumplir bien con la senda recorrida aunque la meta no haya podido ser plenamente cumplida.

La trascendencia de la producción de Quino no es el dibujo ni las leyendas contenidas en ellos y que habitualmente es motivo de una sonriente aceptación, sino que es su mensaje valórico, en que la duda del porqué de los hechos hay que buscarla en las ideas que su creación nos ha aportado. ¡Gracias Quino!

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