Diálogo Abierto con el historiador Bernardo González

BERNARDO GONZÁLEZEl plebiscito nacional 2020 ha dejado, tras su realización, muchas sensaciones dentro de la sociedad civil. Y no es para menos, considerando lo importante que es para la historia democrática de nuestro país. No habían existido procesos tan importantes como este en por lo menos 30 años de historia nacional, pero lo que viene a continuación es lo que realmente importa, pues la vida social, política y económica de Chile están en juego.

En el Diálogo Abierto de esta semana conversamos con BERNARDO GONZÁLEZ MELLA, historiador y académico de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, experto en Formación en memoria, ciudadanía y derechos humanos.

Entrevista de Gabriel Palma Garrido

IL.- Según sus conocimientos sobre la historia de nuestro país, ¿considera que la democracia posdictadura es distinta a la que había antes del golpe militar del ‘73?

BG.- Es muy distinta por diversos motivos. Primero, es diferente por el contexto en el que nace la democracia de los 50 años previos, en la coyuntura 1925 – 1973. La primera etapa fue un escenario de mucho estallido social y político que tiene que ver con sistemas políticos ilegítimos que no reflejaban las necesidades de la vida social de la época. Precisamente eso hizo la Constitución del 25, que llegó a desarmar un sistema semiparlamentarista que representaba a las élites oligárquicas del país y sus intereses, dejando de lado a las mayorías nacionales, donde estaba la clase media y los sectores populares.

Sin embargo, este sistema se marca por importantes reformas a la vida cívico-democrática del país, evidenciable, por ejemplo, en la entrada de las mujeres a la vida política con el derecho a sufragio.

Chile se puso en sintonía con el resto del mundo, suscribiendo la mayoría de los tratados internacionales vigentes hasta ese entonces, y, conformando así, la base del Estado de Bienestar.

La democracia posterior a 1990 tiene un componente que pareciera estar implícito, pero que en el último año se volvió evidente: tiene un carácter sumamente ilegítimo, validado por la Constitución del 80. Efectivamente, las reformas constitucionales pueden haber terminado con una parte de la ilegitimidad de la democracia posdictadura, pero solo fueron reformas superficiales.

IL.- El día 25 de octubre será recordado como una fecha histórica en la historia del país. ¿Ha habido otro proceso plebiscitario tan importante como este?

BG.-  Sin duda fue un momento único en la historia democrática del país, y fue un movimiento inteligente, pues amarrar este proceso eleccionario el año pasado supuso una salida propicia a la crisis política y social que vivimos. Es importante hablarlo como una crisis social y política porque lo que se reclama es legitimidad en el sistema, debido al déficit del que hablamos anteriormente.

Precisamente, lo más relevante, además de esto, en cuanto a elecciones se refiere, fue el plebiscito de 1988. SI consideramos actos electorales previos a estos, podemos pensar en tres actos importantes. El primero está dividido en dos, pues refiere al derecho a sufragio de las mujeres en 1938, en las elecciones parlamentarias de ese año, y luego en 1952 para las elecciones presidenciales. Fue importante porque finalmente se reconoció a las mujeres como sujetos de derecho.

Otra sumamente importante fue la elección de Eduardo Frei Montalva. Su gobierno no es muy recordado, pero en líneas generales fue una buenísima gestión, considerando todos los avances en materias sociales y económicas, sobre todo en la “chilenización del cobre” y la reforma agraria.

Finalmente, y quizás una de las más importantes de nuestra historia democrática, fue la elección de Allende. En ningún otro país del mundo se había elegido a un gobierno con una línea de pensamiento marxista mediante el sufragio popular. Con esto, el discurso de Estados Unidos sobre la violencia de la ascensión al poder del comunismo se desmoronó completamente, por eso era una amenaza para su hegemonía del mundo occidental.

IL.-  Pese al triunfo del Apruebo en el plebiscito nacional, los ánimos sociales siguen alborotados. ¿Cuáles son las próximas circunstancias sociales que deberemos enfrentar como sociedad chilena, considerando este resultado?

BG.- Lo que se viene es una búsqueda de proyectos alternativos a lo que existe, con hartas disputas y hartos enfrentamientos, lo que es bastante beneficioso, la verdad. El año 2016 marcó un hito porque es el año en que la clase política promulgó el proyecto de Educación Cívica en la educación primaria. Desde entonces, el interés en la participación política ha aumentado.

En los últimos meses se ha visto una fuerte base social que busca construir una institucionalidad distinta a la existente, probablemente se exprese en las candidaturas convencionalistas desde enero hasta abril del próximo año. El Apruebo arrasador que vimos el 25 de octubre lo único que viene a hacer es a confirmarnos que se tendrá apoyo para estas posiciones que buscan el cambio.

Las mayorías nacionales claramente van por construir algo distinto, así que lo que se viene es una fuerte y valiosa politización de la ciudadanía, una politización democrática, que es lo mejor que le podría pasar a un país. Hay que preservar los canales de diálogo y de participación democrática, y el gobierno de turno y el próximo deben asegurarlos para que el proceso constituyente sea fructífero.

IL.- Un entrevistado que tuvimos hace unas semanas (Felipe del Solar) nos habló sobre la poca relevancia que está teniendo el laicismo en la sociedad contemporánea. Considerando aquello, ¿qué rol debería tener el laicismo en la nueva sociedad que construiremos de ahora en adelante gracias a la nueva Constitución?

BG.- Tiene razón al hablar de la época contemporánea, y coincido con él absolutamente. La gran mayoría de las revoluciones del siglo XVIII fueron impulsadas por el espíritu laico de las mismas. Es más, las dos grandes corrientes socioeconómicas de los siglos XIX y XX, el marxismo socialdemócrata y el liberalismo, sostienen un ideario y una base laicista.

Las nuevas posturas conservadoras y fundamentalistas que han aparecido en la vida política de los países están atentando fuertemente contra los fundamentos laicistas de las institucionalidades nacionales. En los últimos 20 años se ha visto un rebrote de los neofundamentalismos, sobre todo religiosos, y están teniendo una gran adscripción a nivel de la ciudadanía, lo que ciertamente es preocupante.

La gran garantía del laicismo es que le da un espacio a todos para que se desenvuelvan de manera individual, y no se declara sin una creencia religiosa específica, porque no le corresponde. Ojalá podamos tener algo así plasmado en la nueva Constitución porque hoy tenemos un Estado que se define, en un ideario, como laico, pero que en la práctica no es así. Todavía existe un espacio privilegiado para las religiones en las actividades públicas, por ejemplo. Si un presidente decide no asistir a alguno de los Te Deum realizado por la iglesia católica o evangélica, automáticamente genera roces con estas comunidades y provocan cierto desequilibrio dentro del funcionamiento institucional.

No estoy en contra de la fe. Para mí es un ámbito maravilloso de la vida, pero debe mantenerse solo dentro del espacio individual. Un Estado laico no puede estar financiando ni respaldando prácticas que son propias de la religión. Las religiones tienen sus propias vías legítimas, pero si el Estado las resguarda atenta contra la pluralidad de principios y participaciones. Tengo la esperanza de que eso cambie en el próximo proceso constituyente, pero como dijo Felipe Del Solar el laicismo se ha dejado de lado, y si algún grupo no se adjudica la idea de plantearlo en la convención constituyente, entonces nadie lo hará.

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