Diálogo Abierto con Pablo Rojas Castro

PABLOAcercándonos al final de este complejo año 2020, se hace necesario preguntarse sobre cómo se desarrolló el año académico de muchos estudiantes y docentes, y hacer un balance de la nueva vida cibernética que todos nos hemos visto obligados a llevar. La educación remota trajo consigo una serie de problemas y desafíos que hasta ahora se mantienen latentes dentro de las aulas virtuales. Lo mismo ocurrió con las relaciones entre nosotros, los humanos, quienes nos hemos visto fuertemente afectados por esta lejanía física, pese que pasamos conectados casi a diario con quienes más estimamos.

En el Diálogo Abierto de esta semana conversamos con PABLO ROJAS CASTRO, Licenciado en Filosofía por la Universidad Católica de Valparaíso, Magíster en Informática Educativa por la Universidad de Chile y Doctor en Educación por la Pontificia Universidad Católica, quien nos otorga generosamente su punto de vista acerca de las nuevas relaciones interpersonales producto de la pandemia.

Entrevista de  Gabriel Palma Garrido


IL.- La pandemia cambió la forma de enseñar, de educar. Nos demostró que el salto a la educación remota era necesario en algunos aspectos, pero dejó grandes lagunas en muchos otros. Según su percepción, ¿se puede hacer un balance positivo o negativo en la implementación de las teleclases?

PR.- Es una pregunta que no puede ser respondida de forma general. Hay estratos sociales dentro de la realidad nacional en donde la pandemia, dada una serie de factores y variables, pudo ser resuelta en algunos sentidos.

Aun así, debemos entender que esto fue un mazazo inesperado, fue un balde de agua fría. No hubo una preparación previa. En esa medida, el balance positivo o negativo es difícil de establecer si no desagregamos una respuesta de acuerdo a determinadas variables.

Como siempre sucede en estas circunstancias, cuando hay algún tipo de crisis social, los sectores más desprovistos de la población se ven más afectados. Esta pandemia no fue la excepción. Es común ver, por ejemplo, que en algunos casos la comunicación entre profesores y estudiantes, o estudiantes y el colegio fue tan tenue como conversaciones por WhatsApp. Si además agregamos que los niños más pequeños necesitan acompañamiento en sus procesos educativos, esta situación es mucho peor.

Efectivamente, desde el punto de vista general y dado que la situación fue tan intempestiva y, además, considerando las grandes brechas sociales que existen en nuestro país, para un grupo de la población estudiantil la educación remota fue altamente negativa. En algunos otros aspectos, ciertamente, fue un proceso positivo. O sea, si hablamos de la educación a distancia, esta pandemia ayudó a acelerar la mejora de los nuevos sistemas educativos digitales.

IL.- En este mismo aspecto, ¿se ha visto mermada la relación profesor – estudiante producto del nuevo tipo de enseñanza?

PR.- Claramente se ha visto afectada esta relación, y sobre todo al inicio, en donde fue prácticamente un caos. Todo esto porque hubo ciertos aspectos metodológicos que no fueron previstos ni abordados de la manera adecuada. Por ejemplo, la situación del tiempo; lo que provocó un desborde para estudiantes y profesores en esta transición de clases a distancia.

Estas situaciones han provocado tensiones, y distanciamientos que son naturales, producto de lo mismo. Distanciamiento por estrés, por angustia, por incomodidad, por una serie de factores predecibles. Y si a eso le agregamos la inesperada práctica de las “pantallas negras”, pantallas de las cámaras apagadas, ha sido sumamente duro y provoca un distanciamiento entre el profesorado y el estudiantado. En ese sentido, la calidad de vida y la salud mental de las comunidades estudiantiles también se han visto afectadas por culpa de la pandemia.

Todo esto ha hecho que los actores de las comunidades educativas valoren mucho el factor de la presencialidad. Ha reafirmado la necesidad de los seres humanos de interactuar físicamente entre ellos. La importancia de verse, la importancia de poder establecer estos climas emocionales y poder resolver situaciones que la mecánica de la cámara apagada o la irregularidad del ambiente familiar no tienen. Estamos llegando a final de año, pero a un precio extremadamente alto en temas de salud mental y tiempo.

IL.- El fenómeno de las redes sociales se volvió parte de la vida cotidiana de los seres humanos; pareciera que dependemos de ellas para desenvolvernos de manera óptima. ¿Qué opinión le merece esta situación? ¿Cree que ha habido una “radicalización” en su uso en los últimos años?

PR.- El fenómeno de las redes sociales es un fenómeno potente, sin duda. Es de los fenómenos más brutales que tenemos desde la perspectiva de la Web 2.0, pensando en que esta la forman los usuarios y no las grandes corporaciones. El rol del sujeto se ha vuelto imperante: si tú le quitas los sujetos a las redes sociales, estas no son nada. Y aplica con absolutamente todas las RRSS: Tiktok, Twitter, Instagram, Snapchat, Facebook, etc. La tecnología por sí misma no tiene sentido. En esa medida, estos espacios han sido cubiertos y nutridos por los sujetos. Desde esa perspectiva es un fenómeno muy interesante.

Ahora, hay grandes mitos con respecto a esto. Por ejemplo, un mito que me gustaría tensionar es la idea de las generaciones que se han etiquetado de determinada manera, en base a la relación que tienen con las redes de tecnología. Más precisamente, me refiero a la idea de la existencia de los “nativos digitales”, en donde se caracteriza a los sujetos que nacieron desde los años 80 como personas con procesos cognitivos y de aprendizaje distintos a aquellos que habían nacido antes de esos años, o sea, los denominados “inmigrantes digitales”. Ahí la metáfora se hacía considerando el idioma: los inmigrantes nunca se sienten realmente cómodos con el idioma, siempre dejan entrever su acento, etc. Lo mismo se supone que ocurre con los inmigrantes digitales.

El simple hecho de clasificar este tipo de procesos única y exclusivamente por rango etario está mal, esta clasificación no tiene sustento. Fundamentalmente se habla de una curva normal de aprendizaje, no ha habido un cambio radical en los procesos cognitivos.

Además, hay que considerar el ámbito geosocial de los sujetos. No todas las personas han tenido el mismo acceso a las redes tecnológicas. Si la idea de los nativos digitales fuera cierta, un niño de una zona aislada debería tener la misma capacidad de manejo tecnológico que un niño de una zona altamente urbanizada, y ciertamente esto no ocurre.

Si esto lo trasladamos a la uniformidad que se le trata de dar a las redes sociales, tenemos exactamente lo mismo. Las redes sociales son grandes grupos, grandes burbujas dentro de las distintas ciberlocaciones. Y todos estos grupos tienen sus propais formas de operar dentro de las redes. En esa medida, las redes sociales siguen siendo redes de nicho.

IL.- Quizás el fenómeno más peligroso de las redes sociales es la posverdad, las fake news. ¿Qué riesgo conlleva la existencia de estas noticias falsas en las redes sociales? ¿Cree usted que hay una falta de educación cibernética para evitar caer en estas mentiras?

PR.- El punto relevante aquí es entender que la posverdad ha existido desde hace bastantes años, no es un fenómeno nuevo: existen desde que nacieron los medios de comunicación masivos. Hablemos, por ejemplo, del “plan Z”. No fue tan masivo ni se expandió con la misma velocidad con la que se hubiese masificado hoy, pero es claramente un ejemplo de posverdad de hace 40 años.

Efectivamente los riesgos son altos, y todo está relacionado con el nivel de educación, de comprensión lectora que tengamos todos como sociedad. En ese sentido, el desafío educacional que existe hoy en día, y con el cual dialoga la tecnología, tiene que ver con estas competencias del siglo XXI, y que dice relación con esta mezcla de tecnología dura, metodología y competencias cognitivas.

Sobre esto, hay una serie de competencias nuevas que tienen que ver con el autocuidado y el conocimiento de las redes tecnológicas y que deben ser desarrolladas para un mejor entendimiento del nuevo entorno en el que se desenvuelve la vida de redes.

Las fake news han existido siempre, pero ahora tenemos la capacidad de contrastar la información más rápido, considerando la democratización de la información dentro de la web, lo cual igual es peligroso, pero genera un abanico más amplio de puntos de vista para posicionarse como sujeto crítico.

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