EL RASTRO DEL GUERRILLERO

¡Qué caos de pasiones, ambiciones, crímenes y estulticia existe bajo el cuento que nos relatan sobre nuestros “héroes de la patria”! ¡Cómo se desvía el sendero por el que se fragua verdaderamente la historia cuando lo enfocamos con nuestros mitos escolares, con las leyendas, supuestos e imágenes con que nos han atiborrado tradicionalmente nuestros literatos e “historiadores”! Ciertamente, las cosas cambian y se aclaran cuando aparecen investigaciones acuciosas y documentadas que intentan dar todo el lugar a los hechos efectivos y efectivamente probados.

Una investigación de esta naturaleza es la que nos presenta Javier Campos Santander en su reciente libro Tras la huella de Manuel Rodríguez (Ignición Editorial, 2021). Su obra se lee como un texto a dos bandas, en perfecto equilibrio, producto del ensayo social entusiasta, apasionado, crítico, por un lado, y de la indagación histórica racional que busca develar con objetividad lo que reporta, por otro.

El autor rastrea muchos datos que no siempre son conocidos de la vida de Manuel Rodríguez, desde su nacimiento hasta su muerte.  Y José de San Martín aparece en su libro patentemente como nuestro libertador, con su proyecto de invasión de Chile como parte de un plan continental de emancipación de las colonias españolas en América y, asimismo, con sus ingentes esfuerzos para formar el Ejército Libertador. También queda muy clara su creación de la labor de Manuel Rodríguez en Chile, entre los años 1816 y 1817, como espía y guerrillero.  Para esta “guerra de zapa” nuestro héroe formó alianza con el bandido José Miguel Neira, quien puso a su disposición su banda de salteadores.  Así se hizo fuerte Rodríguez.

En este estudio no podían faltar las anécdotas reveladoras del ingenio de Manuel Rodríguez, un verdadero maestro del disfraz con que burlaba a los soldados españoles y hasta al mismísimo gobernador Casimiro Marcó del Pont.  Tampoco la mención a la llamada Logia Lautarina, grupo de líderes revolucionarios que, más que una asociación masónica (como se ha tildado por algunos investigadores), fue una organización secreta de carácter político y militar.

El último capítulo de la obra se titula “Mártir”. Apoyándose en las escasas fuentes con que se cuenta, el autor nos muestra el trágico final de Manuel Rodríguez: su asesinato en las cercanías de Tiltil, cuando un batallón –por órdenes de Bernardo O’Higgins que lo veía como un peligroso adversario político– lo conducía, arrestado, hacia la costa para embarcarlo y sacarlo del país.  Este crimen, perpetrado por el coronel Rudecindo Alvarado el 24 de mayo de 1818, cuando Rodríguez contaba con 33 años, nunca fue suficientemente aclarado porque O’Higgins no puso empeño alguno en concluir debidamente el proceso judicial.

Hasta el día de hoy tampoco hay certeza dónde se encuentran enterrados los restos del guerrillero. A juicio de Javier Campos, faltan más investigaciones para que la historiografía nacional salde totalmente la ya bicentenaria deuda con la memoria de Manuel Rodríguez.

Aun así, lo elaborado por este joven explorador de nuestra historia merece suma atención y reconocimiento. Nos obsequia una muy seria investigación conformada con informaciones contrastadas, documentos celosamente revisados, testimonios procesados críticamente, amplia bibliografía consultada y, además, redactada en un estilo claro, ameno, al alcance de todo lector.  Tras la huella de Manuel Rodríguez es un libro del que no se podrá prescindir en los futuros estudios históricos sobre la independencia de nuestra nación.

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