HUMBERTO MATURANA: la ausencia en un permanente presente

Rubén Farías Ch.

La partida del Dr. Humberto Maturana Romesín conmovió el conocimiento en Chile como igualmente a todas las expresiones del saber que de alguna u otra forma participaron de su pensamiento a través de los desafíos y motivaciones que provocó en su incesante vida de investigador.

Leyendo parte de su producción intelectual y escuchando sus conferencias, es posible comprender su forma de pensar que apunta —desde una admirable simpleza de análisis— a una visión de la vida que, por su claridad, muchos, al considerarla obvia, dejaron pasar la profundidad de su pensamiento pero que, curiosamente, ofrecía las respuestas a cuestiones que otros tan apasionadamente han buscado

Desde la razón y el sentimiento, vivió como muchos en el centro de la vorágine de los sucesos nacionales y mundiales y, a diferencia de cualquiera de nosotros, se caracterizó por su incesante búsqueda de respuestas al fenómeno humano de la vida, que para más de algunos expresaba el sentido de algo conocido aunque intrascendente En este desafío, sin embargo, lo curioso fue que lo conocido calificado a veces como ya sabido, no era ni lo uno ni lo otro

En efecto, en una época en que el valor de lo humano fue siempre fundamental para comprender la expresión de los signos vitales de la existencia; en que la ciencia y la tecnología han interpretado la realidad a veces más allá de nuestra propia comprensión y en que la formación de toda persona es una aproximación a una respuesta integral en que emociones y sentimientos se constituyen en las bases naturales de su propia realidad, el Prof. Maturana exaltaba siempre el valor de la educación porque “somos seres humanos que existimos en el lenguaje y en la reflexión” y como tales, en estas condiciones “nos transformamos en la convivencia como todos los seres vivos, pero nos transformamos en la convivencia con otros seres humanos”. En esto, el proceso de la “enseñanza es básico pues tiene que ver con guiar la mirada, guiar la atención”, (U. de Chile. Charla Magistral “Educación, ética y democracia, 2015 en: «https://www.youtube.com/watch?v=3rEwfv4kZ-U&t=727s)

En la cotidianeidad de la vida, el pensamiento del Dr. Maturana no se caracterizó por la utilización de expresiones difíciles de entender; fue simple, sencillo pero directo y sus explicaciones apuntaban, especialmente, al alcance del acto consciente de la persona para lograr que ella siempre contara con la capacidad de entenderse a sí misma en la multiplicidad de sus propias y significativas relaciones.

En cierto modo, apelaba —y como nunca dejó de hacerlo— al sentido de la comprensión dialógica de los nexos que natural y culturalmente surgían entre lo personal y subjetivo y el contexto externo en el que cada cual participa e interactúa en el marco de sus propias diferencias, pues allí radica la posibilidad del desarrollo individual y social. Incluso más, lo anterior lo proyectaba también al sentido democrático de la relación que, además de las clásicas definiciones, él lo asociaba al acto de comprensión que representa todo acuerdo establecido entre las personas y sus diferencias de pensamientos, es decir, la tolerancia y su motivación emocional. No obstante y pese a que él manifestaba algunos reparos, valoraba, en cambio “el camino de la objetividad (…), si se enfrenta la cosmovisión del otro con respeto y se está dispuesto a escucharle, a interesarse por su realidad y a aceptar la legitimidad fundamental de esta”, (http://h-maturana-libros.blogspot.com/2007/08/tolerancia-y-respeto-prksen-no-existe.html)

Esto, al igual que en educación, la sociabilidad la consideraba, además, como el pilar fundamental de toda buena relación que permite, por lo tanto, el acto educativo en sus manifestaciones más conocidas de enseñar y aprender y estando ambas intenciones basadas en el mutuo respeto.

Esto último se mantiene porque ello genera equidad en la diferencia de las personas, cuyo límite se agota cuando una de ellas demuestra abuso respecto de la otra. Esta situación, si bien se inició en una relación de legitimidad en la diferencia, se deslegitima en la primera expresión de arbitrariedad declarada.

Su idea del buen convivir se fundamenta en actos aparentemente obvios y fáciles de comprender pero no siempre de aceptar. La modalidad de la convivencia exige una mutua atención de tolerancia, honestidad, colaboración, equidad y si esto está ausente, la cooperación respetuosa demostrada en el acto de existir a través de toda relación interpersonal tiende a desaparecer transformándose sólo en una utopía.

La educación es, por lo tanto, la orientadora de este objetivo de saber convivir en la diversidad existente. De ahí que los conocimientos en cuanto a saberes adquiridos si no están vinculados a la expresión emocional del buen vivir, no logran alcanzar el propósito de contribuir a una buena formación.

El conocer adquiere sentido cuando lo conocido se entiende por el grado de proyección que tiene en el conjunto de relaciones que participan de su génesis y que corresponde al entorno de aprendizaje al que cada cual pertenece. Sin embargo, para que el proceso se valide valóricamente requiere de un paso más: su comprensión, es decir, adquirir el grado de internalización que conscientemente permita que ese conocimiento forme parte de la lógica de pensamiento de la persona. Sin embargo, ello no debe expresarse como una actitud “ciega” que impida la existencia de otras legítimas visiones que interpretan de modo distinto un determinado hecho. Lo que en un instante de la historia algo pudo haber sido aprendido y considerado como verdad, en el tiempo puede cambiar, gracias a las pruebas realizadas y las verificaciones obtenidas.

La ausencia de reconocimiento de lo expresado sólo conducen a la generación de comportamientos fanáticos que son demostrables en la medida que la persona que los expresa no está decidida a someter sus planteamientos a la reflexión que toda duda provoca respecto de los propios motivos que lo sustenta.

El Prof. Maturana advierte, por otra parte, que en la permanente sucesión de conjuntos de circunstancias y condiciones naturales que permiten el acto de existir, todo representa un incalculable significado: el pasado, porque allí existe la experiencia de lo vivido a través de las diferentes realidades que ya existieron, sentimientos, valores y apreciaciones; el presente, concebido como la sumatoria de instantes cautivadores de las simultaneidad de ocurrencias de hechos existentes en un determinado y efímero tiempo y el futuro, que surge de lo que se logre en el presente, en lo que se basa la aparición del mañana y en que las experiencias de cada cual se transforma en el fundamento histórico del devenir personal y social.

El viaje final emprendido por el Prof. Maturana nos deja una sencilla lección que podría, quizás, sintetizarse en lo que reiteradamente siempre se ha sostenido: la historia muestra que los problemas del hombre y la sociedad siempre han sido el resultado de las propias circunstancias de vida que ha logrado y de las condiciones que, como consecuencia de lo anterior, han determinado su existencia.

En esto, lo emocional es relevante, pues el mundo interior de toda persona es el que realmente permite que la conciencia de cada cual adquiera el sentido de su propia realidad y se proyecte en la conducta de quien percibe el mensaje: comprenderse a sí mismo, fortaleciendo sus potencialidades y relacionándose afectivamente con su entorno tanto en el respeto y cuidado del espacio que nos permite la vida como en lo cultural que nos permite la convivencia. En ambos, sin embargo, la diversidad y sus interrelaciones configuran el escenario que nos muestra lo que hemos sido, lo que somos y lo que querríamos ser. Y esto, también es una forma de comprender la historia.

Gracias, Prof. Maturana, por las lecciones de vida dejadas.

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