Por M. E. Orellana Benado.-
Para muchos de quienes nacieron en la segunda mitad del siglo 20, Bertrand Russell fue el intelectual “progresista” más admirado de la juventud. Confieso de entrada que pertenecí a ese club. Este filósofo, lógico, matemático, historiador y activista político descendía de una encumbrada familia inglesa, cuyo fundador fue ennoblecido en 1539, durante la época Tudor, cuando Enrique VIII confiscó las propiedades de la Iglesia Católica Apostólica Romana (la “disolución” de los monasterios que fue, en rigor, la primera reforma agraria de la modernidad) y creó la Iglesia Anglicana con sede en Londres.