Dos semanas después de la elección de Trump

Columna de Opinión

Dos semanas después

Sylvie R. Moulin

La primera reacción, no solamente en Estados Unidos sino también en buena parte del mundo, fue la incredulidad, la sensación de estar atrapado en una alucinación sin pies ni cabeza, cultivando la esperanza de despertar rápidamente para darse cuenta que, efectivamente, no era más que un sueño insólito.

Pero a medida que pasaban las horas y llegaban más resultados, las manchas rojas (republicanos) se multiplicaban en el mapa tendido en el fondo de los estudios de CNN, extendiéndose como un charco de sangre debajo de un cuerpo herido por bala en una película policiaca de tercera categoría.

Entonces la incredulidad dejó lugar a la consternación por el lado de las manchas azules (demócratas), mientras el charco bermellón comenzaba a celebrar su victoria, como corresponde en tal circunstancia. Y junto a la desolación de las manchas azules llegó el terror en los grupos que se sentían amenazados por la inminencia de la represión prometida a lo largo de la campaña, desde los inmigrantes clandestinos hasta los “menos-de-2%” de musulmanes esparcidos en el país.

Poco después, en Washington, New York, Chicago, Los Angeles y San Francisco, se llenaban las calles de manifestantes de todo índole coreando el mismo eslogan “Not my President”, algo más que suficiente para nutrir los titulares y noticieros del planeta, siempre ávidos de bullicios, por un par de días…

Luego la atención se enfocó en el nuevo presidente, quien tenía, por ley y sentido común, derecho a emitir sus opiniones, las cuales se revelaban aún más débiles e incongruentes, después de esa “victoria” que él probablemente no había planeado tampoco. Pero con cada amenaza proferida llegó también un retroceso, porque no podía ignorar la complejidad de su nueva situación…

Y mientras tanto, cuando los canales de televisión y la prensa seguían ocupados desentrañando “lo no dicho” de los discursos del Trump, también continuaban las protestas “Not my President”, con la única diferencia que habían perdido la posición de protagonistas de los primeros días post-elección.

Las banderolas que aparecían en las marchas del último fin de semana, desde “A resistir la supremacía blanca” y “Deporten racistas, no inmigrantes” hasta “A resistir el sexismo y la homofobia”, demuestran claramente que Trump tiene que prepararse, y prepararse muy bien, porque no se trata simplemente de la reacción popular al resultado de un voto, sino de una lucha que ya movilizó un número impresionante de partidarios, y que se anuncia larga, tenaz y feroz.

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