La ofensiva populista

gonzalo herrera

Columna de Opinión

La ofensiva populista

Gonzalo Herrera

Las elecciones presidenciales del domingo pasado en Austria dieron un respiro ante el creciente favoritismo que las opciones populistas de derecha venían concitando en el electorado europeo.

Los austriacos, en un estrecho resultado, dieron su preferencia al candidato progresista Alexander Van der Bellen,  un ecologista miembro del Partido Verde, por sobre el xenófobo de la derecha ultranacionalista Norbert Hofer, que se autoproclamaba representante de los “ciudadanos de a pie”, con un discurso anti-establishment y antiinmigración. Van der Bellen, por su parte, había propuesto un gobierno “abierto al mundo, defensor de los valores y principios democráticos”, reafirmando su confianza en la Unión Europea.

Distinta fue la situación que enfrentara, el mismo día, el gobierno del primer ministro Matteo Renzi en Italia. Su renuncia, motivada por la derrota en el referéndum sobre la reforma a la Constitución que había propuesto, fue celebrada como un triunfo tanto por el Movimiento Cinco Estrellas como por la xenófoba Liga Norte, que ha hecho gobierno con Berlusconi. Ambos partidos, desde distintas veredas, comparten visiones con los partidos y movimientos populistas, en una Europa atemorizada por la llegada masiva de inmigrantes, a los que ven como causa de pérdida de identidad.

Aunque el llamado al rechazo del referéndum no fue monopolio de estos partidos, también lo hicieron grupos de izquierda e intelectuales, serán sin duda los populistas quienes reivindicarán mayores beneficios con este resultado, no obstante que sume a la península en una grave inestabilidad política, en medio de una situación económica que ha golpeado fuertemente a la clase media, una cesantía que se eleva al 40% entre los jóvenes, y una elevada deuda externa. Los populistas ven su mayor victoria en el obvio debilitamiento del europeísmo, y en la posibilidad que se les abre de llegar al poder, impulsando la exclusión de Italia de la Unión Europea, siguiendo la huella de Inglaterra unos meses atrás.

La propaganda política de los populistas se basa principalmente en el “rechazo a los inmigrantes”, además de mensajes vacuos y efectistas, que intentan dar respuestas simples a cuestiones complejas. La epidemia comenzó con Trump y el “Hagamos a EE UU grande de nuevo”, que en la reciente elección en Austria, el Partido Libertad, de extrema derecha, transformó en “Austria primero”. Por su parte, la ya proclamada candidata del ultraderechista Frente Nacional francés para las presidenciales de abril de 2017, Marine Le Pen, difundió su consigna de “En el nombre del pueblo”.

Este despliegue de enunciados de neón son los árboles que impiden ver el bosque. No se busca llegar al elector con una propuesta seria y coherente, no se busca el poder a través de la confrontación de ideas, basta enganchar con las emociones más epidérmicas de los votantes a través de frases que sinteticen sus estados de ánimo. Una encuesta previa del Financial Times, establecía que apenas el 10% de los italianos comprendía bien el sentido de las propuestas de Renzi, por lo que se presume que el contundente triunfo del NO en las urnas, se relaciona más bien con el rechazo a su gestión como jefe del gobierno.

Cabría preguntarse a estas alturas qué es el populismo o a qué aspiran los populistas, más allá del poder. Populismo es un concepto polisémico, sirve para explicar muchos comportamientos políticos, revistiéndose de una pretendida “identificación con el pueblo”, como es el caso de Le Pen. De partida, los populismos van bien con el nacionalismo a la manera como lo entiende Trump, esto es la primacía de los connacionales, la restricción al multiculturalismo y la irrestricta defensa de los “valores occidentales”. El proteccionismo tiene una lógica implacable también para quienes miran con nostalgia las economías cerradas de antaño, en particular para los que viven el temor de perder sus fuentes laborales por efectos de la globalización y la incorporación de nuevas tecnologías. El más abyecto de los acompañamientos del populismo, sin embargo, la xenofobia, se nutre de resabios identitarios y culturales, que si bien han persistido en EE UU durante siglos, parecían erradicados de Europa, sobre todo después de las amargas enseñanzas que dejaran el odio y la intolerancia a raíz de la Segunda Guerra Mundial.

Como las modas suelen llegar a Chile desde el hemisferio norte, dos precandidatos de la derecha a la presidencia, han decidido utilizar el recurso para llevar agua a sus respectivos molinos. A raíz del aumento de inmigrantes —la sensibilidad esté relacionada principalmente con extranjeros pobres y de piel oscura—,  se ha procurado instalar el tema que tantos dividendos le ha dado a la derecha y a la ultraderecha en Europa y EE UU, levantando voces de alarma sobre “las bandas delictuales formadas por ciudadanos de otros países”.

Se trata sin duda de un recurso vil, intentando estigmatizar grupos humanos dignos y esforzados sólo con fines electorales, a sabiendas que la crispación de amplios sectores del país, afectados por la pauperización y la desigualdad, pudiera manifestarse en futuras reacciones xenófobas y racistas.

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