Columna de Opinión
Simbolismos religiosos
Manuel Romo
Las instituciones laicistas han denunciado la improcedencia de imponer símbolos religiosos en lugares públicos, pues ellos, quiérase o no reconocerlo, son una forma encubierta de adoctrinamiento.
Se ha manifestado que un estado laico tiene el deber de ser prescindente en materia religiosa, de modo de dar garantías a todos los ciudadanos.
Sin embargo hay símbolos que, inocuos en apariencia, proliferan en oficinas estatales o municipales.
Nos referimos a los árboles de pascua, que, siendo el principal símbolo del consumismo que prolifera en esta época, es una de las tantas representaciones de otras religiones que fue adoptada como propia por el cristianismo.
En el panteón de las religiones nórdicas existía Frey, el dios de la fertilidad, de la lluvia y del Sol naciente, a quien se rendía especial culto durante un mes, iniciando las celebraciones en el Solsticio de Invierno europeo. A Frey se le rendía culto por medio de un árbol perenne (fresno), que simbolizaba el universo, con la morada de los dioses y el Valhalla en su parte superior, y el reino de los muertos entre sus raíces.
Cuando el cristianismo llegó a los países del norte de Europa adoptó este símbolo religioso y le hizo representar el nacimiento de Cristo, a quien, por otra parte, ya se había hecho nacer en fecha cercana al Solsticio de Invierno, para aprovechar las tradicionales celebraciones solsticiales que hacían todos los pueblos. La tradición se enriqueció más tarde poniendo regalos bajo el árbol.
El árbol de pascua, por lo tanto, es un símbolo de claras connotaciones cristianas y no debería imponerse en instituciones que deben ser prescindentes en materia religiosa.