¡Arde Paris!

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¡ARDE PARIS!

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Por Sylvie Moulin

Estas últimas semanas, todo el mundo habla, a veces con admiración a veces con terror, de los “gilets jaunes” (“chalecos amarillos”) que monopolizan la atención de Francia y algunos sectores limítrofes, pero tengo la desagradable sensación que la mayoría de la gente no capta muy bien “por dónde va la micro”, como se dice en Chile. Es sus inicios, los admiradores buscaron al movimiento semejanzas con “Mayo 68”; por supuesto, 50 años después, era el momento de celebrar las bodas de oro!!! Pero de a poco subió la temperatura, mientras la vestimenta adoptada por los manifestantes daba un toque impactante a las imágenes. Hasta que salió de control y pasó en primer plano de todos los noticieros. Incluso recibí mensajes de entusiastas locales diciéndome: “yo también apoyo a los chalecos amarillos”, sin preguntarme hasta qué punto mi simpatía con las reivindicaciones era suficiente para soportar los métodos aplicados. Después de un fin de semana sumamente afiebrado y un despertar difícil que dejó Paris con casi 4 millones de euros de daños – que no serán cubiertos de milagro-, la situación aparece bastante compleja.

 

Una característica del movimiento de los “chalecos amarillos” es que se organizó en las redes sociales, y esto favoreció la aparición de numerosas falsas informaciones y fotos manipuladas, a veces muy difíciles de detectar. La primera cosa que circuló fue que Francia estaba en “dictadura” desde el tiempo cuando Manuel Valls era primer ministro. Palabra tentadora para las medias, pero que debe ser manejada con mucho cuidado, sobre todo si consideramos que siguen existiendo dictaduras bestiales en el mundo. Esta historia empezó con el famoso decreto firmado por Valls en diciembre de 2016 para crear una inspección general de la justicia, lo que hubiera anulado la Constitución, poniendo la corte de casación bajo control directo del gobierno e invalidando la separación de poderes. La conclusión era que ahora Francia se había convertido en dictadura. ¡Salvo que había sido anulado el artículo en cuestión del famoso decreto, para garantizar la independencia de la justicia y la separación de poderes! A partir de esta falsa información que siguió circulando en algunas redes, los chalecos amarillos lucharían para salvar la democracia.

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Después circuló la foto de una guillotina presentada por eso mismos chalecos amarillos en la Plaza del Palais-Royal, foto que luego fue denunciada como montaje, con retoques bastante visibles y cambios de colores, elaborado hace casi un año. Luego llegó la de un hombre llevando el chaleco amarillo y ejecutando un saludo nazi, utilizada para acusar al movimiento de ser infiltrado por la ultraderecha. La lista de falsas informaciones es larga, y aunque la mayoría hayan sido oficialmente desmentidas por el diario Libération, lograron, con buen manejo, cambiar la imagen de un movimiento que, inicialmente, se declaró apolítico y representante de todos los ciudadanos.

Además, el fin de semana pasado, por muy «ciudadanas» que fueran las reivindicaciones iniciales de los chalecos amarillos, todo degeneró en ataques de negocios, incendios de automóviles, saqueos de monumentos históricos, etc. sobre todo en los 8° y 17° distritos que son entre los más adinerados. El presidente Macron, recién llegando de la cumbre del G-20 en Buenos Aires, se fue directamente a los sectores afectados sin tomar el tiempo de cambiarse de ropa y se quedó mudo frente a los estragos. 

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En realidad, este movimiento nacido “online”, sin distinción de edad, campo laboral ni región de domicilio, junta a personas de las clases obrera y mediana que comparten el hecho de estar afectados por la subida de precio de los carburantes y de los costos de vivienda. Es tan simple como eso. Y estas características explican porque las marchas incluyen artesanos, desempleados y jubilados, también dependiendo de un vehículo para moverse, y porque todos exigen que Macron modifique su política financiera.

www.francetvinfo.fr

Básicamente, los chalecos amarillos son gente que luchan para alimentar a su familia y pagar su arriendo, algo que, en realidad, es una canción bien conocida en todas las latitudes. ¿El “desliz” violento del fin de semana pasado? Probablemente el resultado de infiltraciones que nunca se podrán aclarar, como en cualquier protesta. Esto conjugado con policías solidarios que en varios sectores retiraron sus cascos en signo de apoyo a los manifestantes. Y si añade a ese cuadro global unos representantes de los manifestantes que se niegan a asistir a su reunión de mediación con el primer ministro… obtendrá un panorama global bastante complejo, ante el cual Macron ya no se atreve ni a soñar que es un “presidente jupiteriano”. En todo caso, le quedan cinco días para meditar. El 8 de diciembre, los “chalecos amarillos” vuelven al ataque…

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