Hostias en la mano, infectados en misa y el diablo: las religiones frente a la pandemia en América Latina

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Por Felipe Betim, Catalina Oquendo, Jacobo García, Wilfredo Miranda, Eliezer Budasoff

El miércoles por la mañana, durante su conferencia diaria, el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador sacó de sus bolsillos un par de amuletos religiosos con la oración “Detente enemigo, que el corazón de Jesús está conmigo” y dijo que esos eran sus escudos contra el coronavirus, además de la honestidad y el combate a la corrupción. Su gesto como líder de uno de los países más devotos de América Latina, y uno de los que menos medidas preventivas han implementado frente al brote global de Covid-19, encarnaba a la perfección el conflicto que representan las creencias individuales para la gestión de crisis colectivas: en una situación que exige el acatamiento masivo de criterios científicos para reducir el riesgo, fomentar el pensamiento mágico o credos personales desde una posición de poder puede tener consecuencias nefastas.

Los encuentros religiosos ya han sido identificados como focos de contagio en dos países que tenían un número relativamente bajo de casos positivos. Hace una semana, Malasia anunció que al menos 190 personas habían contraído coronavirus al asistir a un rezo masivo en una mezquita. Era el mayor aumento de casos registrado en el país, y recordaba al episodio que disparó el número de infectados en Corea del Sur en febrero, cuando una mujer conocida como Paciente 31 asistió a dos servicios de la Iglesia Shincheonji de Jesús —incluso después de desarrollar fiebre— y provocó el contagio de más de mil personas.

López Obrador no ha sido el único en encomendarse a las divinidades: el lunes, en un acto oficial, el presidente colombiano Iván Duque le pidió protección a la Virgen de Chiquinquirá, patrona de Colombia, para sobrellevar la crisis; el viernes, medios locales informaron que el gobierno de Costa Rica, junto con autoridades de la Iglesia, planeaban hacer sobrevolar por todo el territorio a la Virgen de los Ángeles, patrona de Costa Rica.

Mientras los Gobiernos de América Latina se debaten entre proteger lo que puedan de sus economías o proteger más la salud de sus ciudadanos, los cultos religiosos y sus líderes siguen teniendo un rol decisivo para millones de fieles que buscan consuelo y orientación en medio de la crisis, incluso más que las advertencias de la OMS de aislarse, evitar concentraciones de gente y ponerse en cuarentena si uno ha viajado a zonas de alto contagio. La paciente 1 de Colombia asistió a una Iglesia cuatro días después de volver de Italia, pero los domingos posteriores los templos volvieron a llenarse. El domingo pasado, la Basílica de Guadalupe de Ciudad de México, un centro de peregrinación mundial, estaba repleta como siempre. En Brasil, algunas de las iglesias evangélicas más poderosas han dicho que no piensan suspender sus reuniones. En Nicaragua, los obispos parecen más preocupados que los gobernantes. A medida que aumentan los casos positivos en la región, los cultos han comenzado a reaccionar. Para bien y para mal.

En el Brasil de Jair Bolsonaro, sus seguidores más leales han difundido la idea de que, tal y como ha dicho el presidente, la pandemia del coronavirus es una “histeria”. Uno de ellos es el todopoderoso Edir Macedo, fundador y obispo de la Iglesia Universal del Reino de Dios (IURD). Se trata de una de las principales instituciones evangélicas neopentecostales de Brasil, con varias ramificaciones en Latinoamérica y Europa. El pasado domingo, Macedo divulgó un video a través de WhatsApp en el que afirma que “no hay motivos para que la gente se vuelva aterrorizada por algo que no coincide con la realidad”. Además de acusar a los medios de llevar “el temor a poblaciones y naciones”, el líder de la IURD, un empresario multimillonario que es dueño de la segunda cadena de televisión de Brasil, asegura que “por detrás de esa campaña del coronavirus hay intereses económicos”.

Macedo arranca el video diciendo que tiene “excelentes noticias” y recomienda el testimonio del médico patologista Ben Schmidt, que diseminó noticias falsas sobre el Covid-19 en Youtube. “Mi amigo y mi amiga, no se preocupe con el coronavirus. Porque esa es una táctica, o una táctica más, de Satanás. Satanás trabaja con el miedo, el terror. Trabaja con la duda”, afirma el predicador. “Y cuando las gente se vuelve aterrorizada, con miedo, en duda, la gente se queda débil, debilitada y susceptible. Cualquier viento se convierte en una neumonía”, añade.

Después de que se eliminara el video de Schmidt en Youtube, Macedo borró el video de sus redes sociales. Pero divulgó otro video en el que pide a los evangélicos que no busquen las noticias sobre la pandemia y las recomendaciones médicas, sino que lean la Biblia para que “la palabra de Dios” les salve de cualquier enfermedad. En Brasil, donde se registra la mayor cantidad de casos positivos en América Latina, otros líderes religiosos como Silas Malafaia, líder de la Asamblea de Dios —una de las instituciones evangélicas más grandes del país—, han dicho que mantendrán sus ceremonias religiosas pese al coronavirus.

El primero de marzo, como cualquier domingo de culto, la iglesia cristiana La Casa sobre la Roca, en Bogotá, estaba atestada de fieles. Dos mil personas se reunieron ese día para una de las tres reuniones que hace el grupo religioso cada día. Entre ellas estaba la paciente 1 de Colombia. La joven de 19 años había llegado de Milán cuatro días antes y asistió al culto sin saber que estaba contagiada. Se sentó en el segundo bloque de la nave central y compartió con otros fieles un ritual de pan y una copa que se realiza en la iglesia.

“Una persona que estuvo en el tercer servicio del domingo pasado estando asintomática salió positiva para coronavirus”, les dijo días después a sus seguidores el pastor Alejandro Llanos, mientras proyectaba un mapa de la ubicación. Pidió que quienes se hubieran sentado cerca de ella entregaran sus datos y síntomas ante la brigada de emergencia de la iglesia para pasar la información al Instituto Nacional de Salud (INS). Aunque la iglesia fue “transparente”, como contó uno de los feligreses, hubo temor entre sus miembros. “Al conocer la noticia yo decidí no entrar a la iglesia porque tenía gripa y claro, me preocupé”, contó Hernán Restrepo, que toca el piano en ese templo. Consultó en una clínica y lo descartaron por no haber viajado recientemente ni compartir directamente con la paciente 1. Al músico no le hicieron el examen pero decidió autoaislarse. El Instituto Nacional de Salud recibió los datos de al menos cien feligreses con síntomas, pero no confirmó si alguien fue contagiado.

Ese fue el campanazo de alerta sobre el riesgo de este tipo de encuentros en un país tan religioso como Colombia, donde hay al menos 6.864 iglesias evangélicas y 4.000 parroquias católicas que podrían ser focos de infección de Covid-19. Sin embargo, los domingos posteriores, estos lugares volvieron a llenarse. Las iglesias se ampararon en un comunicado del Ministerio del Interior que sugería que “las comunidades religiosas y/o actos litúrgicos que superen los 500 feligreses” debían organizar “espacios dentro de sus lugares de culto, para atender dicho aforo”. Las iglesias con más recursos reforzaron la limpieza de las bancas y entregaron antibacterial al ingreso. La Conferencia Episcopal sugirió recibir la hostia en las manos pero dejó en libertad a aquellos que quisieran recibirla en la boca. En las capitales, la gente optó por eliminar el saludo de la paz. Pero no en todas fue igual. A través de las redes, feligreses preguntaban dónde podían denunciar a esos sacerdotes que estrecharan la paz sin miedo y obligaban a sus feligreses a acudir a misas. Y un pastor evangélico invitaba a violar la medida. “Este virus cometió un error y fue tocar la iglesia, por eso está sentenciado a extinguirse antes de 30 días. Todas las Iglesias debemos estar abiertas, pues es la esperanza de la sociedad”, dijo.

Con los días y las medidas graduales, algunas iglesias han tomado decisiones más radicales. Aunque el gobierno ahora permite el encuentro de máximo 50 personas, hay iglesias que cancelaron todos sus encuentros. La Arquidiócesis de Bogotá suspendió todas las misas abiertas al público y solo hará las que sean funerales o aniversarios, con grupos de pocas personas que ingresarán por una puerta lateral. “Nos duele en el alma pero es una necesidad por la vida y la salud de los colombianos”, dijo el cardenal Rubén Salazar al anunciar la medida. Han tenido que usar la carta de “el Papa ya lo hizo y nos da ejemplo” para convencer a los fieles que insisten en ir.

Los fieles mexicanos que busquen en la fe las respuestas al coronavirus tendrán que esperar, al menos, dos semanas. Como tantas otras convocatorias que aglutinen a una gran cantidad de personas, las misas fueron suspendidas. La Iglesia católica anunció que, para evitar posibles contagios, se cancelan los oficios así como los retiros religiosos, asambleas, congresos, jornadas y catequesis. En un comunicado, la Conferencia Episcopal mexicana recomendó a sus sacerdotes usar el ‘estreaming’ para transmitir sus ceremonias mientras dure la contingencia.

Si bien las iglesias cerrarán sin mayor inconveniente, la mayor resistencia a imponer las recomendaciones científicas sobre la tradición aflora en lo popular. En concreto, la procesión de la Semana Santa que cada año se celebra en Iztapalapa, una ciudad periférica pegada a la capital, que fue cancelada. La representación teatral de la crucifixión, que busca ser catalogada por la UNESCO como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, reúne a decenas de actores que se preparan cada año para la representación durante el domingo de Ramos y el lunes de Pascua.

Los organizadores y las autoridades tuvieron que poner en marcha una mesa de diálogo en uno de los barrios ‘pesados’ de la capital para sofocar la indignación por la cancelación, y pactaron que se hiciera una representación sin público. El argumento para no cancelar la celebración era que se ha celebrado ininterrumpidamente desde hace 176 años y que fue precisamente una epidemia de cólera en 1843 la que dio origen a una procesión en honor al Señor de la Cuevita, que prometieron repetir cada año. Una procesión que concentra hoy, cada año, a más de un millón de personas durante dos días.

En la basílica de Guadalupe, uno de los mayores centros de peregrinación del mundo, se celebró misa con normalidad hasta el pasado domingo. Todo sucedió de acuerdo a la liturgia clásica hasta que, en el momento de darse “fraternalmente la paz”, una voz sonó desde los altavoces: “Al darnos el saludo de la paz, no lo hagamos dándonos las manos, bastará una breve inclinación con la cabeza; la sagrada comunión, será en la mano. Los que van a comulgar, colocarán la mano izquierda para recibir la hostia consagrada y con la derecha la llevarán a la boca delante de quien les ha entregado así la comunión».

Los obispos de Nicaragua han pedido a los devotos que el Viernes Santo no haya besos en el ritual de Adoración de la Cruz. De hecho, que no haya ningún contacto físico con los santos de Semana Santa para evitar la propagación del coronavirus, que se expande rápidamente por Centroamérica.

Evitar el tradicional beso al madero de Cristo es una de las medidas anunciadas por la Conferencia Episcopal de Nicaragua de cara a Semana Santa, una tradición de profundo arraigo en este país. Aunque no cancelan las festividades religiosas, el clero sí ha limitado todos los ritos que impliquen contacto físico. En especial, pidieron a los fieles más vulnerables al coronavirus —“personas mayores de 60 años, embarazadas y niños”— no participar presencialmente de las misas y procesiones, sino que se queden en sus casas y las sigan desde las redes sociales o los medios de comunicación.

El cardenal Leopoldo Brenes sugirió que en las liturgias exista una distancia de un metro entre los asistentes. “Que el saludo de la paz se haga sin estrecharse las manos (…) Que la santa hostia se entregue en la mano”, insistió.

Frente a las medidas implementadas por la Iglesia, el gobierno sandinista, por el contrario, ha instado a la población a asistir a las actividades de Semana Santa y del “Plan Verano 2020”, promovido por la vicepresidenta Rosario Murillo.

“Al afirmar que mantenemos todos nuestros Planes, en desarrollo y cumplimiento, nos referimos a todo lo esbozado en las anteriores Circulares, y reforzamos la Presencia natural, según la Fe de nuestro Pueblo, en todos los Cultos, Tradiciones y Eventos Religiosos, propios de la Temporada”, ordenó Murillo. El Instituto Nicaragüense de Turismo anunció que se realizarán 80 actividades durante Semana Santa, que incluyen misas campales, conciertos, maratones, festivales, entre otras actividades.

El sábado pasado, el gobierno sandinista sorprendió al mundo al realizar en Managua una marcha que fue bautizada Caminata Amor en Tiempos del Covid-19. Medios locales informaron que ni el presidente Daniel Ortega ni la vicepresidenta Rosario Murillo asistieron a la movilización.

 Publicado en El PAÍS, 21 – marzo – 2020

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