No en caliente

Bilbeny

BilbenyPor Norbert Bilbeny

Dicen que la pandemia cambiará el mundo. Sobre el papel hay oferta de revoluciones. Pero las revoluciones de la impaciencia siempre han acabado mal. Para cambiar el mundo primero hay que conocerlo bien y explicarlo. Después, planificar el cambio y persuadir de su necesidad. Finalmente: paciencia y barajar. Porque el cambio nunca es como se había previsto. A veces para mal, otras para bien. Unos dirán que esto último es por la providencia divina; otros por la “astucia de la razón”, o quizás por la fatiga o la casualidad.

Frente a la Covid-19 muchos predicen un mundo nuevo, o por lo menos diferente. Esgrimen razones de todo tipo, hasta acertadas. Pero se equivocan: se precipitan. Los cambios no pueden ser pensados en caliente. El pensamiento que saca pronto conclusiones, que advierte y receta no es el mejor. Brotan ahora ideas populistas entre la utopía y la distopía. Pero la filosofía, como la lechuza, levanta el vuelo al anochecer. Eso no quiere decir que, mientras tanto, no seamos críticos ni previsores. Ya habrá tiempo para pensar lo mucho en que habrá que pensar: desde la ciencia a la política, desde lo personal a lo colectivo: las ciudades, los territorios, Europa, la gobernanza del mundo. Pero pensar a fondo requiere concentración y tiempo. Sólo una pandemia, la peste negra de mediados del siglo XIV, transformó el mundo. Fue un siglo rico en filosofía. Ni la gran epidemia de gripe de 1918, con cuarenta millones de muertos, sumados a los más de veinte de la Gran Guerra, provocó una mejora del mundo. Este fue a peor.
Se dice que el virus actual lo cambiará todo. Es dudoso. La codicia, el fanatismo y la sumisión es probable que hagan más daño que este y otros virus. El ángel de la muerte dice desde el fondo del callejón que el mundo sólo reaccionará cuando los grillos canten de día y los pájaros píen de noche. Pues por lo pronto somos 7.700 millones, la vida es corta y hay mucho egoísmo. Es difícil que todo se mueva si antes no se mueve cada uno. Por eso hay que reconocer que una parte del mundo nuevo ya está aquí. Ya estaba aquí. Está en el vecino que llama a la puerta por si necesitamos algo. Está en las ventanas abiertas del corazón. Cada vez que exigimos aire y claridad.

Publicado en La Vanguardia 19 – abril – 2020

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