LAS RELACIONES HUMANAS EN EL CONTEXTO DE LA CRISIS ACTUAL

Ruben Farias chPor Rubén Farías Ch.

En todo sistema organizacional, las relaciones humanas constituyen el factor fundamental y prioritario para alcanzar el éxito deseado. Esta aseveración, básica en la comprensión de los hechos que en todo orden de cosas ocurren, no es un pensamiento original, sino que resume las explicaciones que a través de varias décadas muchos investigadores1 han concluido respecto de los estudios realizados acerca de esta materia.

Las RR.HH.se refieren a las acciones interpersonales que regulan el convivir en sociedad o en grupos sociales específicos. Tales regulaciones provienen, sea de las normas y reglamentos impuestos por la organización de acuerdo a la naturaleza del entorno socio-laboral del que trate, o bien, de la diversidad de principios y valores culturales que las personas poseen. De este modo, se establecen redes comunicativas que consolidan los vínculos y generan los ambientes propicios para establecer favorables niveles de desarrollo organizacional.

Sin embargo, y considerando nuestra mentalidad y la actual crisis que afecta al país, referirse a este problema genera reacciones no siempre gratas al momento de analizar la situación y las experiencias vividas en las organizaciones. Algunos dirán, por ejemplo, que el propósito anterior sólo se obtiene en la medida de contar con los recursos financieros que hagan posible lograr dicha meta; otros, en cambio, postularán argumentos más “técnicos” y/o de “responsabilidades ajenas a ellos” y se referirán a las formulaciones de buenos proyectos, al compromiso que las autoridades y la institución deben demostrarle a quienes trabajan en ella, a las condiciones de infraestructuras, a la necesidad de cambios que deben incorporarse para hacer más eficiente la tarea solicitada, etc.. Sin embargo, cualquiera sea el argumento que se considere como justificación de los problemas existentes en toda agrupación laboral, lo cierto es que todo, finalmente, recae en las personas, en lo que ellas han sido, en lo que son o en lo que pueden ser, todo lo cual se expresa en ambientes de aparente seguridad y conformidad sin sospechar siquiera lo que podría ocurrir al momento de una crisis.

En este sentido y como bien se sabe, estamos sometidos a un cambio que nadie vaticinó: por una parte, el inicio de un movimiento social (octubre de 2020) y, por otra, una pandemia generalizada a nivel mundial cuyas consecuencia hasta ahora ya han sido devastadoras. Ambos problemas —aunque en tiempos distintos pero casi coincidentes— irrumpieron abruptamente la habitual cotidianeidad y en la que toda relación social ya se había consolidado de acuerdo a sus propias microrealidades. En lo interno generó un problema político más de los que ya se conocían; en lo económico, comenzó un lamentable deterioro de las actividades comerciales; en lo social se reafirmó el surgimiento de diferencias ideológicas y un sentido clasista hasta ese entonces ya conocido y que provenía de tiempos anteriores; en lo cultural, además de la paralización de las actividades educacionales en todos sus niveles, se produjo la ruptura de las relaciones, pasándose de la presencialidad a la virtualidad de tales responsabilidades, con todos los problemas que ello ha significado y demostrándose la necesidad de aplicar urgentes transformaciones al sistema educativo. De igual modo, se ha sido testigo de actitudes anómicas y vandálicas que han contribuido al agravamiento de los hechos, quedando al descubierto la ausencia de solidaridad, las  exageradas ambiciones, la insensibilidad de muchos o la indiferencia de otros, etc.

En tales condiciones, los problemas generados en las relaciones humanas que casi siempre se vinculan —entre otras cosas— a los contextos organizacionales en las que se manifiestan, han sido sobrepasados y sus consecuencias se revelan, por cierto, a través de las características propias de las personas, de los grupos existentes y de los intereses que los caracterizan, dando lugar a una convivencia social temerosa y desconfiada, De este modo, la realidad descrita, manifiesta lo que hemos llegado a ser en nuestras relaciones con los demás, pero sin apuntar, sin embargo y seriamente, a distinguir la causa de los problemas, sino que, habitualmente, a mantenerse en el análisis crítico de las situaciones observadas y sus consecuencias, difundiéndolas, reinterpretándolas y/o aumentando sus características y efectos a tal extremo, que en el tiempo, genera, a veces, tal distorsión de los hechos que quienes critican, inexorablemente después sucumben ante sus propios argumentos.

De la situación que actualmente vivimos, las RR.HH. son afectadas por los cambios de rutina producidos en un mismo espacio compartido pero que han sido importantes en diferentes sentidos: en la familia, para demostrar la unidad en el cariño entre quienes la constituyen, o reconocer la existencia de conductas adversas hasta esos momentos casi desconocidas; en lo laboral, en que ahora y con mayor frecuencia se ha podido acceder, vía on line, al conocimiento técnico en la solución de problemas y al cumplimiento de responsabilidades más efectivos; en la vida social habitual, para iniciar —o comenzar a aprender— la práctica en el dominio tecnológico y que permita mantener las interacciones personales en modo virtual aunque con la consecuencias obvias que significa distanciamiento físico, etc. Sin embargo, y por el contrario, ¿qué futuro podremos esperar si el interés por vincularse socialmente comienza a disminuir paulatinamente?; ¿si se fortalece un mundo de competencias extremas y no poder demostrar que también tenemos derecho a existir?; los fanatismos y dogmas religiosos o el hipotético desaparecimiento de lo religioso, ¿promoverá nuevas formas de relaciones en las sociedades?, ¿en todas?, y el peso de sus culturas ¿influirán?.

Esto y muchas otras cosas más podrán ocurrir, mas es útil recordar que debemos tener consciencia de apreciar nuestro escenario de vida, reconocernos en él, en la individualidad que somos pero también en la sociabilidad que generamos al formar parte de ese entorno y colaborar en un sentido fraterno y solidario para enfrentar nuevos estilos de relaciones

En momentos difíciles como los actuales, las RR.HH. deben permitir que cada cual piense primero en la importancia que significa compartir un diálogo, expresar su punto de vista y, al mismo tiempo, reconociendo que sus argumentos son solo de él, o de ella, aceptando, por lo tanto, que siempre en la diversidad existe calidad y que la misión de todo persona es orientar esa calidad, dimensionarla en un contexto valórico de amplio respeto y concederle siempre a toda relación humana un positivo sentido de futuro, de progreso y bienestar.

BYARS L. Lloyd  y RUE W. Leslie: Gestión de Recursos Humanos. p. 6. 4ª ed., Mc Graw-Hill. Madrid, España, 1997.

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