Cervantes, ¿bastardo?

Lucía Megias

Lucía MegiasPor José Manuel Lucía Megías

En 1956, un hombre arrojó una piedra contra el cuadro de la Mona Lisa de Leonardo en El Louvre. Años después, en 1974, cuando el cuadro viajó a Tokio, una mujer intentó rociarlo con tinta roja. El 22 de mayo de 1972, un hombre atacó con un martillo el conjunto escultórico de La pietà de Miguel Ángel en la Basílica de San Pedro en el Vaticano. «Si me matan, mejor, porque así iré directamente al paraíso», dijo el perturbado cuando fue arrestado, después de infligir varios destrozos en la cara de la Virgen. Y así podríamos seguir haciendo un recorrido por el vandalismo de obras de arte a lo largo y ancho del mundo. El pasado 20 de junio, nos levantamos con la noticia de dos nuevos ataques al patrimonio artístico mundial en Estados Unidos: el derribo de la estatua del misionero español el franciscano Fray Junípero Serra, en Ventura; y la pintada «bastardo» sobre la estatua de Cervantes en el Golden Gate Park de la ciudad de San Francisco. Frente a los ejemplos de los años setenta, fruto de perturbados, las acciones del ataque a las estatuas de Fray Junípero o de Cervantes se engloban dentro de las protestas por los casos de asesinatos de George Floyd en Mineápolis y de Rayshard Brooks en Atlanta unos días después, que se están extendiendo por Estados Unidos. El ataque a estatuas se ha convertido en una de sus señas de identidad, multiplicadas por las redes sociales y los decretos en caliente de algunos gobiernos municipales o estatales, como la retirada de las estatuas de Cristóbal Colón y de Isabel la Católica de Sacramento.

 

Resultan muy dolorosas las imágenes que se han reproducido en los medios con los ojos del busto de Cervantes pintados de rojo, la palabra «bastard» en la base de piedra y las cruces célticas en las espaldas de las figuras de Don Quijote y Sancho Panza que completan este homenaje a Cervantes, que fue inaugurado en mayo de 1916. Me interesa la palabra «bastardo» en la estatua de Cervantes en San Francisco como imagen de la decadencia del pensamiento político y social americano. ¿Por qué precisamente «bastard»?

Comencemos por el principio. El grupo escultórico, realizado por el uruguayo Jo Mora, fue donado por Juan C. Cebrián y E. Molera a la ciudad de San Francisco el 3 de septiembre de 1916. Un monumento para recordar al escritor español en un parque donde ya existían estatuas de Goethe, Schiller, Verdi, Beethoven o la del propio Junípero Serra. La labor de Cebrián y de Molera, dos ingenieros que se trasladaron a Estados Unidos a principios del siglo XX, donde pudieron desarrollar con éxito su carrera, es una buena muestra de cómo se pusieron las bases del Estados Unidos moderno del siglo XX, ese que sorprendió a todo el mundo con los imponentes rascacielos de Nueva York, entre otras tantas obras de ingeniería. Dos españoles que dedicaron buena parte de su fortuna y de su tiempo para luchar contra la «leyenda negra española», impulsando la edición de diferentes libros, cuya tirada de 25.000 o de 50.000 ejemplares regalaba a instituciones y personas interesadas en el tema. A Cebrián se le conoció en su tiempo con el hermoso título de «sembrador de libros».

Como la estatua de Cervantes en el parque de San Francisco, son decenas las estatuas del escritor complutense en plazas, avenidas y calles de todo el mundo. En muchos casos, nacieron de la pasión de algunas personas por Cervantes y su obra, y por los valores de diálogo, de respeto al otro y de voluntad para cambiar el mundo que encarna su mito. Buenos Aires, Tandil, Mar del Plata, Montevideo, Bogotá, La Paz, Lima, La Habana, Guanajuato, Nueva York… son algunas de las ciudades hispanoamericanas donde se conserva algún monumento dedicado a Cervantes.

¿A quién se le puede ocurrir escribir la palabra «bastardo» en un monumento cervantino?

«Cervantes bastardo» nos debe hacer reflexionar a todos en las bases con que se está construyendo el pensamiento hispanoamericano para afrontar el siglo XXI. Por un lado, a los españoles –con su Gobierno a la cabeza y la respuesta tan poco ambiciosa de nuestro ministro de Cultura–, que seguimos sin ser capaces de articular un discurso de futuro sobre la historia que hemos vivido y protagonizado- siempre detrás de esa leyenda negra que ya era un campo de batalla a principio del siglo XX. Por otro lado a la sociedad norteamericana de Estados Unidos que ha convertido el pasado en el gran trauma de su presente, cuando las causas de los disturbios actuales tienen que ver con la imposibilidad de gestionar una crisis presente nunca afrontada ni discutida; y por último, a la comunidad hispanoamericana en lengua española, que no es capaz –ni ha sido capaz– de construir un discurso identitario uniforme, analizando el pasado más allá de un discurso de paraíso perdido a manos de unos invasores europeos. Un territorio americano que se ha ido conquistando, explotando, desarrollando y enriqueciendo en los últimos doscientos años en una autonomía que todavía está esperando un discurso de futuro, más allá de esconderse tras proclamas populistas de enemigos externos, para tapar la imposibilidad de ofrecer fórmulas propias y análisis estratégicos para resolver los grandes desafíos del presente.

«Cervantes bastardo» no es un insulto de quien se dirige a ese Cervantes mixto y creativo, cautivo y libre en su tiempo, a ese espíritu capaz de crear a Don Quijote, el personaje más universal que ha dado la literatura occidental. Quien el pasado 20 de junio escribió «bastard» en el monumento de San Francisco se estaba retratando a sí mismo. Y lo peor: está retratando la imposibilidad de América de tener su propia voz en un mundo globalizado, donde los virus han terminado por igualarnos a todos. Es hora de que América –desde el norte al sur– reflexione y acepte su responsabilidad en los últimos siglos, que está en la base del polvorín social, económico y político presente y que deje de justificarse detrás de las sombras de las estatuas del pasado.

José Manuel Lucía Megías es catedrático de la Universidad Complutense de Madrid y Presidente de honor de la Asociación de Cervantistas.

Publicado en ABC   24 de junio de 2020

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