Ruina o Mito: las alternativas de Chile ante una crisis múltiple

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Felipe Quiroz Arriagada

No tendríamos mito de Teseo, sin el Minotauro, ni mito de Perseo sin Medusa. Lo valioso, se adquiere en la dificultad. La crisis que encara Chile es un monstruo de cuatro cabezas, en el mejor de los casos. En el peor, cuatro monstruos que amenazan en un mismo combate. Fuera de referencias heroicas que sirven solo para darnos ánimos en estos días oscuros, hoy Chile debe asumir su propio destino, y esto implica resolver las deudas para con su historia. Pasado, presente y futuro es lo que se juega en este momento epocal. De este acontecimiento se obtiene Ruina o Mito. No hay términos medios.

Hoy, 3 de julio de 2020, la economía en Chile se desploma. Parece, sin duda, una frase sensacionalista, pero, lamentablemente, no lo es. Los noticieros y medios de comunicación oficiales informan que el Índice Mensual de Actividad Económica (IMACEC) cayó un 15,3% con el comienzo de la cuarentena. De acuerdo con las proyecciones, el escenario puede empeorar para el mes de junio. ¿Qué significa esto para la realidad cotidiana de las personas, aquello que el filósofo Edmund Husserl denominara mundo de la vida, el mundo inmediato a la consciencia, más próximo a ella que las cifras y datos a los que nos tiene acostumbrado el lenguaje técnico y especializado? Aumento del desempleo, dificultad para volver a encontrar trabajo y menos dinero para el diario vivir de las personas, por tanto, de las familias, de los hogares, para comer, para sobrevivir.

Causa tristeza y rabia siquiera leerlo, más aún escribirlo. Porque, desde fines del siglo pasado y comienzos de este, se nos viene diciendo en campañas políticas que se “crecerá con igualdad”, que “Chile será de todos”, que, ni más ni menos, daríamos el gran salto al desarrollo. Se nos dijo que “venían tiempos mejores”, y, antes que cualquiera de estas promesas rotas, se nos aseguró que “venía la alegría”. Con aún mayor ironía, se ofreció este discurso al mundo, y el mundo lo creyó. Claro, sabemos muy bien como hemos reemplazado el talento poético en el uso de la metáfora por la habilidad en la mentira, maquillando el vacío, no con palabras ni belleza, sino con excusas y por arribismo.

Todo esto parece un muy mal chiste de humor negro. Pero, lamentablemente, no lo es. Ya que, en todos esos años de comida y promesas rápidas, de “felicidad estadística”, de educación como “bien de consumo”, de endeudamiento inevitable, de objetivos consumistas, de “justicia en la medida de lo posible”, de impunidad con “él” y otros genocidas de la dictadura, de enriquecimiento obsceno de los obscenamente ricos, de aumentó de la delincuencia y el narcotráfico en los barrios pobres, de manipulación de los datos relacionados con listas de espera, de supuesto empleo pleno, pero en estadísticas que consideran de la misma forma al empleo formal como al informal, de cesantía ilustrada, de Censos equivocados, lo que se hizo fue afianzar un modelo creado para el mantenimiento y aumento de la desigualdad, y para el fomento del narcótico cultural del consumismo, con el cual se evade indefinidamente un problema postergado siempre para mañana, ocultado en un futuro con características de fantasma, pero que palpita inevitablemente desde la caja negra de la consciencia individual como colectiva. Bueno, en ambos casos, ese presente temido, ha llegado. Peor aún, esta llegando.

Chile enfrenta hoy, simultáneamente, la antesala de, mínimo, cuatro crisis: la sanitaria, la económica, la social, la ambiental. Pero todas estas heridas en nuestra sociedad vienen abiertas desde antes de la pandemia. Respecto del primer caso, es demasiado cínico el argumento que responsabiliza de todo a la pandemia del Covid 19. Es cínico y una falta de respeto a la inteligencia de la ciudadanía, ya que no ha pasado un año desde que, en pleno estallido social, presenciamos como fueron los profesionales de la Salud quienes reclamaron y transparentaron la difícil y extrema situación en la cual se encuentra la Salud Pública en Chile. Es con este tipo de salud como se ha enfrentado la pandemia. Es solo gracias al espíritu, coraje y voluntad de los profesionales de la salud como se ha evitado el colapso absoluto; atendiendo enfermos en carpas, en días de lluvia; enfrentando la decisión, desde más tiempo del informado por la autoridad, de la última cama; enfrentando a la muerte misma, cada día.

Respecto de la segunda crisis, tambien es falso y mezquino responsabilizar únicamente a la pandemia por la situación económica que enfrentamos en la actualidad. Aún mas cínico es responsabilizar al estallido social, ya que este es, evidentemente, producto de la crisis y no su causa. El sobreendeudamiento es una realidad que fue más que un fantasma estadístico. En la economía doméstica, es común desde hace mucho tiempo que personas tengan que acudir a una nueva deuda para resolver asuntos de necesidad básica. Solo a mentes exageradamente conspirativas se les ocurriría la idea de que el millón y medio de personas que se reunieron a protestar a lo largo y ancho de la alameda, por solo mencionar un día de los muchos de estallido, fueron todos fanáticos de ultraizquierda organizados para desestabilizar al gobierno. Solo alguien muy fantasioso, o simplemente mentiroso, podría especular que el hastío, decepción y desesperación de una inmensa cantidad de ciudadanos que viven con una pensión de miseria son todos fanáticos que, por puro gusto, quieren desequilibrar a este gobierno. No, esto no es un tema ni partidista, ni ideológico ni generacional ya que afecta, transversalmente, a cualquiera que no sea parte de los pocos privilegiados de este país. Afecta a todos quienes se tuvieron que endeudar para estudiar y que siguen pagando, por años, lo que, en función del esfuerzo y el mérito, debiese haber sido un derecho. Afecta a todas las familias en las que los abuelos tienen que volver a criar ya que, si ambos padres no trabajan, no alcanza para vivir.

La tercera de las crisis que enfrentamos refiere a la social, emparejada completamente con la anterior, pero que apunta de manera aún más directa al ámbito político, el cual ha llegado a definitiva aporía. La representatividad de la clase política nacional se encuentra en un nivel de desprestigio histórico. Se evidencia una fractura indiscutible entre la ciudadanía y la superestructura de partidos, presente en el parlamento y el ejecutivo. Para qué hablar de la desconfianza en las instituciones, completamente justificada debido a casos vergonzosos de corrupción a toda escala. El plebiscito que se abre como posibilidad en el actual escenario histórico es una oportunidad para cambiar de rumbo, sin lugar a duda. Pero es necesario asumir con responsabilidad que los efectos del fracaso neoliberal no se terminarán por arte de magia con el cambio la constitución, al día siguiente del plebiscito. Muy por el contrario, cambiar la constitución es un acto de responsabilidad para con las generaciones de aquí a veinte años más. Nosotros, deberemos soportar la caída del modelo, no en la lectura especializada de cifras económicas, sino en nuestras vidas cotidianas, y las de nuestros cercanos.

Finalmente, la última de estas crisis, la ambiental, es la única en la cual el poder fáctico se puede escudar y responsabilizar al destino, debido a que responde a la sequía y a los efectos del calentamiento climático y, ante ello, al igual como con el coronavirus, nos envían a reclamar a la FIFA, o a llorar a la iglesia. Pero tenemos absoluto derecho a la sospecha, ya que ninguna administración de las últimas cuatro décadas ha levantado políticas ni mecanismos que consideren la protección ambiental como una prioridad.

Habiendo observado de frente a este monstruo de cuatro cabezas, es necesario ver algo de la luz que invita al final del túnel: la construcción colectiva de una democracia auténtica, de una república auténtica, que fomente una libertad individual sostenida en el compromiso colectivo, y asegure una forma de compromiso ciudadano que defienda la diferencia entre las personas, y la autonomía individual. Finalmente, cuando reflexionamos sobre una sociedad y no respecto de cifras lo hacemos en consideración de un ideal a realizar: el del ser humano verdaderamente libre.

Felipe Quiroz Arriagada

Magíster en Psicología Educacional.
Magíster en Educación.
Profesor de Filosofía. Licenciado en Educación.

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