EDUCACIÓN PÚBLICA Y CON COMPROMISO SOCIAL

Marcos Parada

Marcos ParadaPor Marcos Parada Ulloa

Los intelectuales latinoamericanos asumen como propios los discursos etnocentristas en torno a la educación. Se busca establecer una visión moderna en la transformación del sistema educativo, cuyos ejes centrales son la equidad y calidad, pero en la práctica esta modernidad tiene carácter funcional que forma parte de una racionalidad instrumental.

 

Sin embargo, los discursos educativos de los propios intelectuales latinoamericanos, que se adscriben a una visión crítica, en la práctica reproducen teorías y son consumidores pasivos de teorías construidas y desarrolladas por otros. Además, se presenta un segundo problema que su propio saber teórico-científico no es validado por ellos mismos y por quienes ostentan el poder intelectual, y caen en la subalternidad discursiva de seguir validando discursos eurocéntricos y norteamericanos.

Esto ayuda a comprender que los intelectuales latinoamericanos asumen un complejo teórico de inferioridad y buscan legitimar su propio horizonte epistémico repitiendo lo que dicen otros.

El problema que se presenta en torno a la educación es la carencia de un discurso propio, básicamente se debe establecer una actitud epistemológica contra hegemónica que permita favorecer prácticas educativas que construyan un sistema educativo de acuerdo a lo que somos y a lo que aspiramos seguir siendo latinoamericanos.  

Es necesario fortalecer la educación pública con una mirada laica y que contenga mayor compromiso social, el cual debe tener al menos dos supuestos: Si revisamos el desarrollo histórico de la educación popular latinoamericana, ayuda a entender los componentes teóricos para analizar lo que sería un discurso epistémico desde la teoría crítica para nuestro Chile y también Latinoamérica.

A partir de la propia historia de nuestro continente, como realidad compleja, surgen los principios para el desarrollo del pensamiento epistemológico y socio-cultural, al ser confrontado con el pensar sistémico de carácter filosófico y sociológico, que deben ser incorporados en los distintos niveles de la educación a lo largo de nuestra tierra americana.

Este desarrollo educativo latinoamericano, actualmente se relaciona con las propuestas modernizadoras establecidas por el Banco Mundial y por los discursos de la CEPAL y la UNESCO, en el fondo se trata de mantener las estructuras tradicionales, sin efectuar cambios estructurales de fondo en cuanto al tema de la educación.

En este escenario se produce una dialéctica entre la educación y la construcción de la sociedad. Para ello, la escuela es un espacio social, que reproducen el discurso ideológico y los conflictos propios de una sociedad que vive en convivencia.   

Hay que construir un nuevo discurso en torno a la educación y desprenderse de las visiones tradicionales. La Escuela Pública latinoamericana, debe ser devuelta a la ciudadanía, respondiendo de esta manera a satisfacer las necesidades propias de cada región, generando una praxis que ante ponga la ideología por sobre la necesidades del bien común de cada uno, los cuales no están incluidos en los diseños y constructos curriculares actuales.  

Hoy se necesita avanzar hacia una pedagogía crítica latinoamericana. Al respecto Rolando Pinto, señala que urge “pensarse desde otros lenguajes, desde otros contextos; rebelarse ante los paradigmas de la dominación, la reproducción y el control, de lo dado por las estructuras conceptuales que formalizan contenidos homogéneos”. Hay que pensar en un curriculum transformativo en todos los niveles, que este abierto a la multiplicidad, que invite a la continua reflexión en sí mismo, en un pensar no paramétrico.

Se debe fomentar una mirada interdisciplinaria en la educación, tal vez más holística que permita articular e integrar una formación ciudadana que responda a los desafíos propios de la sociedad del siglo XXI. Estos ejes de trabajo tienen que favorecer el desarrollo de una conciencia y acción que forme un ciudadano con responsabilidad social, cuidado del medio ambiente y salud pública. Además, reconocimiento de la legitimidad del otro en cuanto expresión de una heterogeneidad que ayude a la convivencia social; y sobre todo a la capacidad de buscar soluciones a los problemas que nos afectan y mejorar la calidad de vida, bajo un punto de vista tolerante, fraterno y laico.  

Se trata que la educación se asuma como un desafío histórico-cultural de selección “organización y transmisión de la multiculturalidad, esto es de instalar […] prácticas culturales concretas, […] con una visión de futuro, con identidad fundada en lo propio y no en lo ajeno, en fin, una identidad fundada en la racionalidad democrática de lo diverso”, con ello se avanzaría hacia la construcción identitaria al incorporar referentes teóricos propios y epistemológicos que ayuden a formar una sociedad más humanizada.

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