Invisibilidad del llanto

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BilbenyPor Norbert Bilbeny

En los medios no aparece gente llorando. Aunque no faltan ocasiones para hacer visible el llanto: desastres, accidentes, guerras, atentados, crisis migratorias y ahora las víctimas de la Co­vid-19. En los hogares se llora mucho por ellas, a veces sin haber podido acompañarlas en su muerte. Pero es como si la pena y las lágrimas no existieran para los demás. La pérdida de puestos de trabajo y los desahucios, por impago de alquiler, hacen que hoy se llore en muchas familias.

 Nuestra sociedad invisibiliza la enfermedad y la pobreza, y hace lo mismo con el fracaso, especialmente entre los jóvenes, y la soledad, sobre todo en los mayores. El llanto asociado a estas situaciones se oculta, mientras que en la televisión se induce el lloro para tener más público y conseguir más anuncios. He aquí que algo que comunica tanto como el llanto espontáneo no tiene entrada en la prensa y la vida pública. Políticos y famosos suelen aparecer con una sonrisa que nadie se cree. La pena y el llanto son una excepción. Recordemos a Obama llorando la muerte de niños por ­armas de fuego, por los crímenes raciales o el día de su despedida como presidente. Llorar no solo es humano, y de seres humanos, sino que nos hace humanos. Nacemos llorando y morimos con un llanto interior y lágrimas de otros alrededor. Pero también lloramos de alegría, y lloramos para expresar nuestra desolación y esperar algún consuelo. Llorar es catártico, purga el dolor insoportable y facilita la cohesión social.

Ulises, Aquiles: los héroes no amagan su llanto. Aunque dicen que llorar no es de hombres. Pero no es verdad, como tampoco lo es que los occidentales y los japoneses lloran poco o casi nada. En un cine, a oscuras y en solitario, llorarán lo mismo una española y un nipón. Los hombres que no lloran en la ópera es que no van a la ópera. El llanto, en fin, no es del todo innato ni del todo aprendido. Es fisiología (estímulos nerviosos, contracción muscular, aceleración cardiaca y respiratoria, sudor, hormonas) y es personalidad. La frase de William James “Nos sentimos tristes porque lloramos”, no al revés, es verdad a medias, porque llorar es una emoción y en esta participa la calidad del individuo y la cultura. Nos desinhibimos de tantas cosas y en cambio nos inhibimos del llanto. Liberemos este exclusivo rasgo humano.

 Publicado en LA VANGUARDIA   22 de julio de 2020

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