La Batalla de las Memorias (Entre Memoria e Historia)

carmen pintoPor Carmen Pinto

Hoy se cumple un año del llamado estallido social, y tal como sucedió un 11 de septiembre de 1973, ese mismo día se empezó a configurar una memoria divergente, antagónica, lo que no es de extrañar si pensamos que los trabajos de memoria son un campo de disputas permanentes.

 

El acontecimiento del 18 de octubre 2019 nos ha hecho comprender el significado de los trabajos de memoria, no se trata, para nosotros los chilenos, sólo del pasado dictatorial marcado por las violaciones a los derechos humanos, que se vuelven a repetir de manera masiva creando también casos emblemáticos como lo son las 460 personas afectadas por trauma ocular convirtiéndose, simbólicamente, en los detenidos desaparecidos de ayer y que continúa como llaga abierta en nuestra sociedad.

Los trabajos de la memoria, tal como se conciben hoy, están vinculados con las violaciones a los derechos humanos, esto hay que repetirlo una y otra vez y aluden a la necesidad de buscar Verdad, Justicia, Reparación, Garantías de no repetición, en otras palabras de Justicia Transicional, de la cual el Estado de Chile ha estado muy poco presente y activo, atado a una trampa auto impuesta llamada «justicia en la medida de lo posible», la cual pudo tener una justificación sólo en los albores de los ’90 pero no pasado el 2000.

Desde el 18 de octubre de 2019 la memoria se ha resignificado en Chile, esta incluye también todas las luchas obreras, campesinas, populares que han existido en Chile y que fueron aplastadas por la fuerza de las armas mandatadas por Estado con los respectivos gobiernos de turno. De este modo, el 18 de octubre puede ser interpretado, sin lugar a dudas, con la sugerente afirmación de Walter Benjamin en la que se refiere a la visión del pasado como «un relámpago que alumbra en un momento de peligro».

Efectivamente, es en los momentos de crisis cuando el pasado es reclamado y asume su capacidad de iluminación, porque lo que busca es encontrar un nuevo sentido a la experiencia presente. Esta reflexión nos da la oportunidad tal vez de buscar una orientación a posibles rumbos futuros, porque es así como debiéramos interpretar lo acontecido a partir del 18 de octubre, «en busca del futuro perdido» como el título de Andreas Huyssen, conjunto de ensayos donde se da cuenta de la importancia creciente de la memoria del Holocausto, donde el tema fundamental es el surgimiento de la memoria como una preocupación central de la cultura y de la política de las sociedades occidentales, «un giro hacia el pasado que contrasta de manera notable con la tendencia a privilegiar el futuro».

Esta resignificación incluye conceptos como rebelión, protesta, pueblo, dignidad, subversión. Hoy se nos abre un horizonte amplio de investigación y en este ámbito es bueno recordar que las batallas de la memoria tienen su origen, como lo explicara Maurice Halbwachs, iniciador de los estudios sobre la memoria desde el punto de vista de las ciencias sociales, porque partimos desde el presente, del sistema de ideas generales que está siempre a nuestro alcance, del lenguaje y de los puntos de referencia adoptados por la sociedad, es decir de todos los medios de expresión que pone a nuestra disposición (Los Marcos sociales de la Memoria). Efectivamente, la memoria se construye socialmente, a partir de las normativas, en el sentido de visiones del mundo.

Desde el mundo de las ciencias sociales es necesario destacar la memoria para generar trabajos relacionados con identidad, como sentido de pertenencia a grupos y/o movimientos, una memoria que como lo describe Michael Pollack, «es una memoria estructurada con sus jerarquías y clasificaciones, una memoria que al definir aquello que es común a un grupo y lo que lo diferencia de los demás, fundamenta y refuerza los sentimientos de pertenencia y las fronteras socioculturales», es decir reconocernos en una identidad como chilenos, dejando de lado todo tipo de individualismo.

Para los sobrevivientes de la dictadura pinochetista en Chile, la memoria siempre tan exigente y presente, pareciera confundir los tiempos, un 18 de octubre vino a iluminar de manera no previsible tal vez la continuidad de un tiempo gris, nos trajo los recuerdos de algo con lo cual este presente es perfectamente comparable. Dicho de otro modo, el estallido social es la consecuencia del pasado, al que le ha otorgado un nuevo sentido. La memoria instala su presencia como verdad indemostrable, pero ¿es necesario demostrarla? Los hechos desencadenados a partir del 18 de octubre 2019 son ajenos a cualquier necesidad de demostración, es una memoria que actúa como crítica, como inconformidad, viene a poner en duda las virtudes de un presente y este es su gran mérito y legitimidad.

La memoria que iniciamos el 18 de octubre es la acumulación de experiencias, con una enseñanza que incomoda, nos hace mirar a la luz del día los peligros reconocibles o no, que hacen que los hechos se repitan. Sin embargo, esto no conlleva ninguna negatividad, porque nos abre posibilidades de cambio que propicien la transformación de condiciones adversas y que posibilitaron aquello que se pretende no repetir, un “nunca más” que era un anhelo de algunos, pero nunca compartido integralmente por el Estado, quien debiera ser su garante y promotor. El “nunca más” no admite la levedad de un argumento puramente reflexivo, necesita de acciones, es una exigencia, una condición indiscutible para que el mundo siga siendo posible, para que el ser humano sea considerado plenamente en su dignidad.

Las memorias, como ya hemos dicho, son un campo de disputas, siempre estamos mirando una doble realidad, la visible, donde podemos incorporar a los medios de comunicación, a los políticos, a los expertos en diagnósticos o encuestas, a los expertos en retórica, los que a la primera ocasión publican sus análisis para llevarlos al mercado, y la otra realidad que es invisible, pero que sirve de insumo a la visible. Una de las caras más visibles que hemos conocido desde el 18 de octubre es la difusión del miedo como dispositivo de gestión social generalizada, la criminalización de la lucha social, nos hacen sentir que vivimos una guerra civil en sordina, hecho este último que se ha acrecentado en vísperas de un plebiscito que, a no olvidar, es fruto de esta rebelión social.

Para terminar, quisiera insistir que la memoria de nuevo está impresa en los cuerpos, los crímenes de lesa humanidad se inscriben como actos comunicativos: escucha, esto es lo que te espera si sales a manifestar. En dictadura, los cuerpos fueron utilizados como botín de guerra, la violación sexual no fue considerada como un acto anómalo, no fueron actos de sujetos solitarios, fue un mensaje desde el Estado hacia la sociedad, tal como lo es hoy con cientos de jóvenes víctimas de trauma ocular, con un joven arrojado al lecho de un río para mutilar su cuerpo. Estos cuerpos no están siendo usado para entregar algún servicio a los equipos represores, sino que es una “estrategia a algo mucho más central, una pedagogía de la crueldad” tal como lo describe Rita Laura Segato, en torno a la cual gravita todo el edificio del neo liberalismo.

La memoria hoy está siendo tejida principalmente por jóvenes, que de manera consciente o no, buscan reconstruir nuestra memoria colectiva, con los hechos de hoy pintan trazos de lo que ocurrió ayer, llenan huecos y fracturas de aquello sobre lo que poco hemos reflexionado.

Carmen Pinto

Directora CCHDH

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