Visión Ética del Futuro: ¿es importante si no seremos de ese tiempo?

doors, choices, choose

Ruben Farias chPor Rubén Farías Chacón

“¿De qué hablamos cuando hablamos de ética? El siglo XX se cerró sin que pudiera, probablemente, otorgársele a la inquisitoria de George Edward Moore (1903) una respuesta satisfactoria”[1].


Aunque la cita expuesta señala la ausencia de una respuesta, pienso, sin embargo, que sí es importante reflexionar al respecto. En este sentido, pese a que la vorágine de los tiempos actuales y considerando sólo estas dos primeras décadas del s. XXI, se puede decir que una “indiferente” materia habitualmente subestimada, se ha transformado en una reflexión de permanente interés no sólo en el presente sino, además, por su influencia de futuro que ello tiene.

En efecto, las visiones de mundo propias de la diversidad que nos caracteriza y sus perspectivas, siempre demostrarán comprensión al momento de reconocer el pasado, es decir, el tiempo ya ido en el marco de cada una de las épocas que existieron; la instantaneidad del presente según nuestra clara conciencia y experiencias que tengamos de él y una visión constructiva del porvenir, que nos identifique como pensadores del mañana, pese a la propia celeridad que también lo caracteriza y asociado todo esto con un principio también crucial: pensar y adentrarnos simbólicamente en el futuro, siendo consecuentes con la esencia de lo que desearíamos ser, representar, conocer e interpretar.

Lo importante es no olvidar que las dudas acerca de esta materia, surgen de una preocupación respecto del futuro y pensando acerca de lo que podemos aportar pero no como se le podría diseñar a partir de lo que hoy somos.

Sin embargo, los acontecimientos ocurridos el efecto del estallido social a partir de octubre de 2019 y la mundialmente conocida pandemia que hasta ahora ha dejado lamentables consecuenciashan generado una peligrosa desestabilidad gubernamental que ha afectado a todos los sectores productivos y sociales en general.

Las consecuencias de lo anterior, ha impedido fortalecer los espacios de análisis y reflexiones para contribuir a reflexionar acerca de una diferente visión de futuro que demuestre la necesidad de contar con ambientes socio culturales favorables a la solidaridad social más que a la controversia permanente de posturas que en nada contribuyen para superar las dificultades existentes.

La ocurrencia de tales hechos a través del tiempo transcurrido, ha permitido identificar diversos tipos de responsables. En el primer caso, se relaciona con las características de la aplicación del sistema político vigente y sus consecuencias a través del estilo de vida impuesto, pero también, y desde el Parlamento, con quienes se han opuesto a él, sin haber podido contribuir significativamente en alcanzar los acuerdos necesarios para ayudar y enfrentar la crisis. En el segundo caso, se refiere a las responsabilidades de las personas involucradas en la gestión que técnica y socialmente se ha hecho de la enfermedad, considerando la población afectada, atendida y los problemas que ello ha significado. En conjunto, ambas situaciones han determinado la existencia de las dificultades de todo tipo que han paralizado al país casi a través de todo este año de 2020; etc.

Es por eso que reflexionar visionariamente acerca de lo ético, no es fácil. Pareciera ser que hoy las certezas carecieran de valor incluso aquellas que, con el devenir del tiempo, se han transformado en constantes universales, pero cuya racionalidad argumental no alcanza para entender la complejidad cultural en la que vivimos. Si este hecho persiste acompañado de confusiones conceptuales tan marcadas, se corre el riesgo de enfrentar una crisis de saberes y de cuestionamientos que sólo le sirven a los sectores que fomentan el dogma, como pseudo verdades absolutas; el fanatismo, como la actitud irracional e incapaz de comprender la diversidad; la ignorancia, en cuanto a la deliberada actitud de negarse al conocimiento y la violencia, como el recurso extremo de quienes sólo pueden imponerse a través de la fuerza.

En tales condiciones, una visión laica responde a la expresión de un pensamiento que, a través de un fraterno convivir en el presente, contribuya a un futuro transformador de una época a partir de la construcción de una conciencia individual que permita acceder al saber de renovadas posibilidades de entendimiento. Para ello es importante visualizar adecuadamente el devenir y comprender desde nuestro presente— la potencialidad que ofrece si desde ya nos esmeramos por hacer bien lo que debemos hacer y hacer siempre el Bien como norma de vida.

En atención a lo anterior, ¿cómo se visualiza este devenir hasta ahora desconocido que en todo instante se incorpora a nuestro propio presente? Al estar el ser humano permanentemente sometido al cambio como una constante histórica en su vida, éste, por cierto, no desaparecerá sino que continuará en su permanente dinámica de aportar las transformaciones como consecuencia de la misma evolución de la sociedad y sus diversidades.

Es importante, entonces, preguntarse si el futuro y la multiplicidad de variables culturales que la caracterizan:

  • ¿tendrán patrones éticos que recomienden el ejercicio de las mejores conductas individuales y sociales?; pero, ¿cuáles podrían ser éstos modelos: distintos de los actuales o continuarán los mismos que ya conocemos?;
  • y, si así fuera, ¿podría una sociedad de futuro definirse en un plano ético si la referencia responde a culturas ya pasadas?;
  • si inevitablemente todo cambia, ¿podría entenderse, entonces, una dimensión ética diferente de lo que hasta hoy se conoce? y si esto fuera así, ¿cómo podría ser?;
  • acatar la norma legal de convivencia en todos sus aspectos, ¿podrá ser lo bueno o lo malo en ese futuro, lo éticamente correcto o sólo tendrá valor en cuanto a lo que es útil y conveniente?;
  • los valores actualmente vigentes, bases del comportamiento humano personal y social y la existencia de los futuros otros escenarios que sobrevendrán y que, por ahora los podemos suponer basados en sofisticados niveles tecnológicos, ¿podrán responder de igual forma en aquellas otras condiciones de vida?;
  • ¿cuál será el destino del pensamiento humanista en los entornos tencnologizados de todas las áreas del conocimiento, de los servicios, de la ciencia, del medio ambiente y, en general, en dimensiones insospechadas para nuestra actual forma de pensar?
  • en consecuencia, ¿qué podría ser lo éticamente deseable para el futuro que, desde nuestro presente podamos recomendar?

Nos enfrentamos a un notable cambio de época, en que los capítulos de la historia hasta ahora vivida la han ganado siempre los poderosos, habitualmente situados en espacios bastante distintos de aquellos en los que verdaderamente disputan las partes en contienda y en los que, al parecer, quienes realmente se enfrentan son los grandes poderes políticos,(ideologías); económicos, (sistemas y creación de modelos de generación de riquezas); científicos-tecnológicos, (rangos de calidad y cantidad de la industria de todo tipo); comunicacionales, (que orienten la preocupación de las personas hacia determinados propósitos: el consumo, el éxito, el individualismo), etc. todo lo cual debe tener objetivos claros que justifiquen su aplicación según los casos, circunstancias, culturas y lugares.

Pero, ¿responde todo esto a criterios éticos que efectivamente orienten y contribuyan a fortalecer el sentido humano de la vida de un futuro que en todo instante es nuestro propio presente?

[1]    Extractado de CECCHETTO Sergio, (1959-2009): “¿Una ética de cara al futuro? Derechos humanos y responsabilidades de la generación presente frente a las generaciones por venir”. Andamios vol.3 no.6 México jun. 2007. http://www.scielo.org.mx/

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