El Atocha del Apruebo

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Gabriel O. Palma Garrido Palma Garrido

El 14 de marzo del 2004 se celebraron las elecciones generales en España. Los sondeos previos indicaban que la derecha representada por el Partido Popular, quienes hasta la fecha presidían el gobierno, aventajaba significativamente a la izquierda. Pero el destino tenía preparado otros planes.

Tres días antes de las elecciones, ocurrió el mayor atentado en la historia española, y el segundo más trágico en Europa. El ataque terrorista de Atocha cobró la vida de casi 200 personas, y como era de esperar, el gobierno español se pronunció al respecto. Ese mismo 11 de marzo, el ministro del Interior Ángel Acebes declaró públicamente que el atentado había sido perpetrado por la ETA, el movimiento radicalista vasco.

Sin embargo, un día después se sabría la verdad detrás del fatal incidente. Una carta redactada por representantes de Al Qaeda fue publicada por el diario El Mundo. Había sido una acción de carácter yihadista, tal como el Centro Nacional de Investigación de España alertó meses antes. El gobierno decidió hacer caso omiso a las advertencias, y las consecuencias electorales fueron inmediatas. El Partido Socialista Obrero Español ganó los comicios con una diferencia de tan solo 4 puntos, pero fueron suficientes para castigar a la derecha española por una gestión tan precipitada.

Desde entonces los movimientos políticos, a nivel general, tratan de ser cautelosos con tal de evitar un Atocha que les signifique perder votantes en los días previos a una elección.

Pero en Chile, lo que menos ha tenido el gobierno y las organizaciones por el apruebo durante la campaña plebiscitaria es cautela. Y lo peor es que perdieron la base de credibilidad que habían construido con tanto esfuerzo.

Las encuestas indicaban desde un inicio que el Rechazo superaba al Apruebo por un margen holgado. La campaña contra la nueva constitución comenzó el día en que se estableció la convención. Por su parte, la campaña del Apruebo se fue armando lentamente. Las diferencias tempraneras tienen que ver (bastante) con ese afán rechazista de visibilizar el proceso como un fracaso. Y, gracias a una cantidad importante de infortunios y malas decisiones, lograron mostrarlo como tal.

La tarea del Apruebo era difícil, pero no imposible. Por ello los esfuerzos se centraron en explicar de manera sencilla los distintos puntos de la nueva propuesta constitucional. Era la estrategia más obvia, y la más adecuada para captar a los indecisos. Y junto con eso, debían esperar a que su contraparte trastabillara. Así pasó.

Tres semanas antes del plebiscito, el Servel publicó la nómina de vocales de mesa y locales de votación, en donde algunas personas fallecidas aparecían como habilitadas para sufragar. Pese a las explicaciones, personalidades del Rechazo hicieron festín de este error, entre ellos el diputado Gonzalo de la Carrera quien, con el desatino que lo caracteriza, compartió una imagen con la que pretendía burlarse de la situación. Obviamente cayó mal entre los adherentes del Apruebo, y la bancada de oposición debió dar explicaciones. Un golpe bajo.

Además de eso, en la franja del Rechazo se presentó la historia de una trabajadora sexual trans quien hacía un dudoso análisis de porqué no denunció a la persona que la agredió en una jornada de labores. Nuevamente la bancada del Rechazo debió pronunciarse. Otro golpe bajo.

Para colmo, a la semana posterior, se produjo la detención de Héctor Llaitul, dirigente de la CAM, a quien se le atribuyen hechos delictuales que hasta el minuto se investigan. Esto fue un espaldarazo para el gobierno, e indirectamente para el Apruebo. Otro golpe bajo.

Dos semanas antes del plebiscito, la situación de la bancada a favor de la nueva propuesta se veía con horizontes esperanzadores. Pero nadie esperaba que en solo 4 días se sepultaran esas aspiraciones luego de la filtración de una llamada realizada en mayo a Llaitul por parte de una asesora de Jeanette Vega, ahora ex ministra de Desarrollo Social, todo en el marco de la detención del líder de la CAM. La gravedad del asunto radica en la nula comunicación entre Vega y el resto del gabinete, pues nadie más sabía de este hecho. Claramente se presta para diversas interpretaciones: ¿para qué comunicarse con Héctor Llaitul?

Y a esto se suma el bochornoso cierre de campaña del colectivo «Apruebo Transformar» en Valparaíso. Estoy seguro que no es necesario entrar en detalles, los que, por cierto, son desagradables.

En una especie de jugarreta al empate, adherentes de una manifestación denominada «carretoneros por el Rechazo» agredieron y embistieron con sus caballos y carretas a manifestantes por el Apruebo que transitaban en bicicleta por la Alameda.

El Apruebo tenía todas las herramientas para ganar con una buena campaña. El Rechazo, por su parte, tenía también un sustento para formar un discurso entorno a los artículos insuficientes de la propuesta, incluso para generar debate en un par de puntos (en el sistema político y sistema económico), pero decidieron usar la estrategia de la tergiversación y el amedrentamiento. Así llegamos a la situación actual, en donde un Rechazo inmóvil pedía que se acabara el partido, pues no tenía más recursos para seguir con la justa. Y aún sabiendo esto, les dejaron en bandeja otro par de oportunidades para que finiquitaran el encuentro.

La cautela es de vital importancia en una campaña política, pues los errores no significan perder electores convencidos, significan perder la confianza de los indecisos.

Todos sabemos que ninguno de los fallos que se han mencionado dependieron directamente del gobierno o del Apruebo respectivamente, pero los electores que no tenían una postura definida no lo entienden así, y probablemente ya decidieron.

Quedan pocos días para el plebiscito, y a menos que ocurra algo impresionante (como pasó en España), no estaremos hablando del Atocha del Rechazo, sino del Atocha del Apruebo.

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