UN CHEQUE “EN BLANCO” PARA LOS CONSTITUYENTES AL QUE EL PLEBISCITO LE DIO “ORDEN DE NO PAGO”

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Edgardo Hidalgo Callejas Edgardo Hidalgo Callejas

La Asamblea Constituyente se equivocó al pensar (al menos la mayoría de sus integrantes) que “el cheque en blanco lo podían escribir con la cantidad que quisieran”, es decir podían redactar la Constitución sin límites de temas y sin límites de ideologización. El Plebiscito del 4 de septiembre, o sea la ciudadanía en pleno-13 millones de votantes- dijo que no les satisfacía el documento final y por tanto “no firmaron el cheque y dieron orden de no pago”.

¿Cuánto costó?

Todo el proceso costó alrededor de 61 mil millones de pesos (sin contar la votación para la elección de los constituyentes) y ahora estamos en punto cero nuevamente. ¡Es lamentable!, más aún para un país pobre del Tercer mundo. El plebiscito de entrada y salida costó $45.302 millones. Para la elección de los constituyentes no se puede dar una cifra porque al mismo tiempo se eligieron alcaldes, concejales y gobernadores lo que costó $50.607 millones. La Convención en su trabajo administrativo costó: $5.044 millones en remuneraciones, $3.369 millones en asesorías y $4.184 millones en mobiliario, traslados y otros insumos. Finalmente se gastaron $3.522 millones en todo el proceso de difusión para una votación informada. Pero, el tema económico no ha sido de interés conocer, ni analizar, en los medios de comunicación.

 Estadísticas del SERVEL para la votación

Se abrieron 38.757 mesas con el 99.99%. Votaron 13.021.63 ciudadanos. El apruebo obtuvo 4.860.093 (38.14 %) y el rechazo 7.882.958 (61.87%) votos.

En la Araucanía ganó el rechazo con el 73,69 % contra el 33,18 del apruebo, lo que está indicando que la violencia, supuestamente del mundo mapuche no es tal, esa violencia es provocada por una minoría que está vinculada al delito del robo de madera y narcotráfico. El honrado mapuche rural es pacífico y solo desea poder trabajar, y lo ha demostrado en esta votación: no lo atrajo la “independencia” del Chile huinca, “la devolución de sus tierras a ultranza” ni otros privilegios que la propuesta constitucional les habría otorgado.

El vaso medio vacío o medio lleno, según cada uno

Según la tendencia política de cada uno es hora de sacar cuentas e indicar perdedores y responsables. Entre los perdedores podría haber poca autocrítica y entre los ganadores una exacerbación en “revolverles la herida” públicamente: ¡es nuestra idiosincrasia! Pero ello no va en la dirección de la solución del problema para hacer una Constitución que interprete a la mayoría de los chilenos, chilenas y extranjeros residentes con derecho a voto. La televisión chilena en estos días posteriores al 4 de septiembre está abarrotada de opinólogos profesionales (cientistas políticos) y aficionados, de variado origen y capacidades. Se escuchan ideas buenas e inteligentes; pero otras con un claro interés en mostrarse para ser tomados en cuenta en la elección de los próximos miembros de una constituyente. Creo que Chile, a pesar del traspié salió fortalecido, si miramos el “vaso medio lleno”: hay un camino que no se puede repetir, hay constituyentes que no pueden escribir lo que se les dé la gana con arrogancia y sin meditar serenamente, que finalmente tendrá que ser aprobada en un plebiscito, hay un gasto en pesos chilenos que se botó a la basura y que debe ser más acotado ahora, hay posturas extremas que el pueblo les dijo No porque queremos una Carta Magna que represente a todos y todas y eso nos debe hacer mirar que el punto no está en los extremos sino en la zona central, ya sea un poco más a izquierda o más hacia la derecha (porque no tiene que ser necesariamente el centro físico-geométrico). Esto no lo digo yo, lo dijo el ciudadano y ciudadana votante en representación de Chile. Por ejemplo, el mayor porcentaje de ciudadanos que rechazaron fueron de clase media, del centro izquierda e incluso de las clases del quintil bajo y medio, (75,1 71.3 %), incluido el mundo mapuche en las zonas de mayor población de esa etnia.

También debemos lamentar los 2 años perdidos; pero compensémoslo con la experiencia ganada.

Para Boric hay 2 zonas de acción:

1.- Seguir con el proyecto de gobierno prometido en su campaña electoral y por supuesto con los ajustes que el Rechazo le hizo.

2.- Rediseñar, con acuerdos partidarios y mucha conversación con los sectores políticos y sociales, para una nueva Convención que, ahora madurada por el rechazo, pueda hacerse un proyecto que concite más apoyo ciudadano, lo que significa que debería ser aprobado moralmente por alrededor de dos tercios de los votantes para representar a la gran mayoría del país. Una abrumadora mayoría del 80%, por ejemplo, sería un lujo asiático que en ningún país democrático y no corrupto del mundo se daría. Un triunfo por alrededor del 51% no daría una base moral sólida para grandes cambios.

 ¿Quiénes puede ser elegidos para redactarla?

La elección de las personas constituyentes que redactarían el nuevo proyecto de constitución es un tema sensible y de mucha discusión y divergencia. En este punto muchos de los lectores van a estar en desacuerdo con lo que plantearé a continuación, pero lo digo con la experiencia y razonando en forma objetiva. Aún así respeto la divergencia. Creo que la elección merece tener un mayor análisis racional. Me recuerda mi larga vida académica en la Universidad de Chile; a la hora de evaluar deficiencias y errores el alumnado siempre tenía la mejor visión y “apuntaban certeramente” al fondo del problema y por ello que en la gran reforma de finales de la década del 60 se aprobó la representación del alumnado en los Consejos de profesores, en las elecciones de autoridades, etc. Pero a la hora de discutir y diseñar las soluciones pedagógicas de un nuevo currículo y las estrategias docentes para su aplicación concatenada en cada año académico, el alumnado tenía pocas ideas y muy poco conocimiento de los procesos, claramente esto era de profesionales, de expertos pedagogos. ¿Por qué en este caso debe ser distinto? Para ser capacitado en el tema Constitucional la persona debe titularse de abogado, luego hacer cursos -e incluso máster y doctorados- para ser experto en el tema Carta Magna. Y nosotros en Chile creemos que una votación popular, con personas de todo tipo cultural y capacidades intelectuales (e incluso sin esas capacidades) pueden redactar una Constitución. Un profesional altamente capacitado suele no ser una figura pública que salga a las calles a conquistar votos (conozco el caso de un abogado altamente preparado que en la elección de los Constituyentes pasado fue derrotado por candidatos con ninguna preparación en leyes, pero conocidos en el ámbito político de la Comuna). Los hechos han demostrado el error y este aspecto debe corregirse. La democracia en toda su magnitud debe expresarse a la hora de votar su aprobación, para eso solo se necesita tener sentido común y claridad de lo que se quiere, y la ciudadanía lo demostró el 4 de setiembre. Igual que en la Universidad el diseño es de los expertos y su aprobación del imperio de la democrática.  Se necesitan insumos intelectuales de sociología, redactores del idioma castellano, profesionales del área salud, antropólogos, profesionales expertos en ecología, economistas y abogados constitucionalistas, más algún otro que puedo olvidar en este momento. En la convención pasada, y rechazada, eso se hizo a través de las asesorías, pero el error fue que a la hora de votar internamente los artículos primó la ideología política y así no se tomó en cuenta lo que sugirieron los expertos. Muchos de los “asesores” fueron parientes, aprovechando los excelentes pagos reservados para ellos, como también ha ocurrido entre los diputados y senadores desde siempre. Para la próxima elección de Constituyentes los postulantes deberían tener exigencias de excelencia en el tema. En otro orden de condiciones debe ser paritario y que represente el espectro político de la ciudadanía y también el espectro social demostrado con el estallido social del 18 de octubre; si no es así puede volver a ser rechazada: el pueblo tiene “la sartén por el mango” y se lo demostró a los maximalistas que fueron derrotados el 4 de septiembre.

 A modo de conclusión:

La gran enseñanza fue que los extremos no son lo que los chilenos y chilenas quieren: este es el rayado de la cancha y este es el campo en que tendría que jugarse el nuevo proyecto.

 Chile dio el mandato de hacer una nueva constitución con el 78.28 % de los votos en el plebiscito de entrada: y eso sigue vigente.

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